Me declaro independentista. Desde ya. Desde el corazón y desde la razón.
Me declaro abiertamente favorable a que una mayoría no decida sobre la conveniencia de la dependencia o no de una minoría.
Me declaro hastiada del 'depende de'. No en cuanto a relación matemática o física, en los más puros términos algebraicos, sino en el asunto de la traba, en la obstrucción, en el inquisitorial intento de impedir una decisión ajena, en el momento de llegar a un acuerdo en el que la concordia 'depende de' los deseos o necesidades de una de las partes.
No es cosa del terruño, que también, aunque dentro de la generalidad, sí hay una relación matemática que cuenta lo suficiente como para que la cosa patria quede en segundo plano.
Me declaro abierta y contradictoriamente independentista de todo aquello que cause situaciones dolorosas y exentas de toda lógica.
Me declaro odiosamente independentista según el cristal con que se mire, que no es lo mismo que 'depende de' el cristal con que se mire. Porque para mí no es odioso pero para otros con el cristal sucio puede ser incluso una abominación. Y no 'depende de' la cantidad de mierda que tenga el parabrisas, sino que simplemente es el guarro que conduce el que no hace el esfuerzo de limpiar para ver la transparencia...cristalina.
Me declaro abiertamente favorable a que una mitad no decida sobre lo que es conveniente para la otra mitad. Porque no será esta una decisión independiente sino que dependerá de sus más legítimos pero también de los más turbios intereses. Y ya está el 'depende de' en su forma futura tocando los bemoles... ¿ves?
Hay situaciones que, desprovistas de toda conjetura posible, provocan necesidad de independencia. De las cosas, de los terruños, de las personas que hacen de las cosas y de los terruños lugares inhóspitos.