26 oct 2019

Humor, ternura y deseo.

El momento concreto en que lo sabes, es cuando las risas te despiertan ternura. Y la ternura te lleva al deseo. Esa cadena en la que las endorfinas entran en acción. Si es por esta vía, HUMOR>TERNURA>DESEO.

Hay otra, que a mi en particular también me pone perra, HUMOR>DESEO. Esta es la vía de la diversión. El sexo lúdico, muy sano, que no compromete. Yo la he experimentado. A veces se convierte en problema, cuando a una de las partes, las risas le llevaron a verte con ternura o admiración.

La conjunción de la ternura con la atracción sexual, me enamora. Puede que a ustedes les pase también. Estas letras las ha inspirado Gogo en Twitter, que planteó el tema de las risas y el sexo y por qué las risas no lo colman todo. A mi entender, es por esto.

Todo pasado por el filtro de la trayectoria de una misma, las relaciones profundas y duraderas se basaron en eso. Y me enamoré por otra vía, la de la adoración estética, de una persona tremendamente insensible, que me engañaba mientras mi madre estaba agonizando. Por eso nunca será suficiente para mi lo exterior. 
"Hay que follarse a las mentes", siempre, como Dante le dijo a Martín (H)

El atractivo intelectual es muchísimo más excitante para mi. Sobre todo si tu humor es brillante, sutil, parco, ironía pura. Viene a ser lo contrario de lo mío. Así que, aunque no creo en estas mierdas de las almas gemelas ni las medias naranjas, cada día menos, esta vieja de 42 tacos ha encontrado el complemento ideal a su carácter torrencial. Y cuando me hace reír es cuando más lo amo y más bello lo veo, que lo es también. Los halagos a su atractivo se los digo a él. Cuando toca. Cuando podemos.

Los momentos en los que la piel funciona. Esos son los que la mente no puede combatir. Aunque ciertamente es extraño y perturbador que una voz en la distancia, una palabra escrita de quien deseas en tus noches fervientemente, provoque auténticos polvorines a los que entregarse, encienda los motores de la imaginación, abra el baúl de una noche que cambió tu vida, recuerde cada segundo, cada mirada, cada silencio, caricia, centímetro de piel, nervio, espasmo... incluso bloqueo por el shock.

A veces pienso en el riesgo de que no se diera y me dan escalofríos. De alivio por ver que hice lo correcto, a pesar de todas las dificultades.

Correcto no era la palabra: Hice lo que sentía que necesitaba hacer y me agarré bien fuerte para cruzar. Hacia lo desconocido, probable fuente de placer pero también de sufrimiento. Y llegué al otro lado. Y la selva frondosa de enigmas me gustó mucho más que las certidumbres dejadas atrás, entre la roca desmoronada del otro extremo.




22 oct 2019

Cartas sin destino, letras para nadie (II).

Hoy, 21 de octubre de 2019, aún por unos minutos cuando comienzo esta entrada, ha sido el octavo aniversario de mi boda.

Estoy un poco meditabunda con este tema. Ayer, casualmente también, era el primer día del resto de mi vida iniciando una jornada de lunes, comenzando la semana, sola con mis hijas. Ya había dormido sola desde el viernes.

No. En realidad, no es verdad. Dormir sola, aunque, por decisión propia, en el sofá, lo llevo haciendo muchos meses. Desde primeros de abril. Coincidiendo con la primera campaña para generales de este año moribundo.
La cuestión es que estar activa y ocupada es lo que necesito. Y pensar en lo nuevo, en otro estilo de vida, ritmo y proyectos profesionales y personales, me lleva a un estado de bienestar desconocido. 
No, tampoco. No es cierto. Es olvidado, porque muchas veces en mi vida he llevado a cabo, decidido, sopesado, proyectado. Soy una verdadera emprendedora. Decidir por mí misma y tomar decisiones de peso no es nuevo, en realidad. Y es mi esencia y mi carácter, desde temprano. Muy pronto tuve que salir adelante por mis medios.

Y aún así, muy precoz, sí, pero me vi obligada. Ni soy una heroína ni habría escogido esos caminos, en los que acerté y también erré, con buenos batacazos en ocasiones. 
Necesitaba salir adelante. 
Si necesitaba salir de un sitio para ganar mejor jornal que en otro, también lo hacía. Por cuenta ajena, bocazas y exigente con mis derechos, pero no denunciaba, tampoco. Y tragaba. Para salir adelante. Me irrita, lo reconozco, el drama ahora con la gente formada, con estudios, que tiene que salir fuera a currar. No es lo ideal ni lo deseable para el progreso, pero... hay que salir adelante. Forma parte de la lucha y el aprendizaje vital.

En mi juventud viví el que mis jefes, los más enrollados, cuanto más sabían de mi precaria situación, con una menor a cargo y lo putas que las pasaba para pagar la factura del gas y la de la luz, más se aprovechaban. Para mi desgracia, llevo muy mal la tiranía del empresario medio, porque bien mandada siempre he sido. Y rebelde cuando me tocan la moral por un salario de mierda, también; pero a mí que me manden con respeto. 
Así que, de nuevo para salir adelante, necesitaba ser autónoma y así conseguir cómo seguir pagando las facturas, ergo me puse por mi cuenta. Tuve que traspasar los negocios y los traspasé. 

Hubo oportunidad de hacer la locura de salir de la cuna castellana en quince días para dar el salto a una islita en el Atlántico y cambiar radicalmente de vida, con todo lo que suponía dejar atrás. Pero también un sueño que meses antes se antojaba inaccesible, irrealizable. Lo hicimos. Para salir adelante.

Y es por esto que, de entre las cosas que hoy olvidé, junto con que hubiera sido nuestro octavo aniversario, el primero que nadie felicita ni celebra, espero esté el rencor por las palabras pronunciadas meses atrás. 
Es otro cambio, otra perspectiva, que obliga a perdonar para avanzar.
Pero se adormece y cicatriza la herida, nada más. No lo podré olvidar, por la sensación de llevar durmiendo sola mucho más tiempo. Cuatro años, más o menos, desde que las mellizas dejaron de mamar y colechar.

Un dardo en particular clavado profundo, que dejaré en esta carta por escrito, es decir que cambió de cacho de tierra y de vida por mí. Nunca pedí tal cosa. No, no es cierto. 
Mis planes de irme eran muy anteriores y no le incluían porque contaba con que no querría él tal desarraigo. Y yo jamás le habría pedido tal cosa. Le amaba. Desde lo más profundo de mi corazón lo amaba. 
Soy temeraria y nunca se me ha dado bien sopesar los riesgos con los amores complicados. Nuestro amor fue dificilísimo, lo teníamos todo en contra, nuestras familias tiraban todo el rato misiles a nuestra sólida base. Hecha contracorriente y muy robusta, aún así, sufría demasiados embates hostiles; allí no habría durado otros once años. Qué va.

Aquí encontramos nuestro lugar. Pero le esperé, siempre. Me salieron oportunidades, tenía amigos en la isla. 

Fue púrpura mi dolor al oír tal cosa de su boca. Siempre hablamos de un amor sano, sincero, sin mentiras. Con fecha de caducidad. Me sentí tan engañada en ese momento que se me antojó otra faz a mis ojos. Alguien, desconocido para mí, me ha hecho sentir prisionera durante meses de mi decisión de no seguir adelante con la muerte en vida.

Más vieja soy y no entiendo nada, cada día menos, a esas personas que hablan de amores de cincuenta, sesenta años, etc. de manera entrañable. Ese amor se me antoja fraternal y con el ascua apagada, al menos en un tramo muy extenso de la trayectoria recorrida. 
Bravo por los valientes. A mi me gusta la intensidad de la vida para no querer morirme. 
No conozco casos de largometraje que después de más de diez años estén follando aún por las cabinas en plan 'Amor a Quemarropa'. Y aún entiendo menos a las que nunca en la relación han follado así. Pero cada uno sabe lo que se hace, digo yo.
Y lo que quiere. Para... ¿salir adelante?

A finales de abril fue aquella mañana en la que volví a sentir fuego en mis entrañas. Aquel ventidós de abril en que de nuevo me sentí mujer, deseada, VIVA
No una ameba con patas apática y que ya solo respondía a las muestras de afecto de mis hijas. Y con dificultad. Y aterrada por dañarlas con mi hielo seco.

No debimos hacerlo, no debí hacer callar a mi instinto que gritaba en mi cabeza cuando empezaron a entrometerse en lo de "firma en el juzgado y asadero en casa", mi idea inicial tras aceptar el reto. 
Me regaló de pedida un óvalo tallado de ojo de tigre, precioso, engarzado en una filigrana de oro montada sobre madera de coco. Maravilloso, muy yo; de cuando aún me amaba y conocía bien.
No me perdono todo lo que toleré ese fin de semana. Me encuentro hoy, ocho años después, olvidando el día que era hoy. Los recuerdos de la celebración se tornaron amargos.
Porque cuando hay desencuentros y momentos agridulces en un día señalado y trascendente en tu vida, en el que todo debería ser azul cielo, se pone todo en la balanza. Y hoy es el día que pesa mucho más lo malo que lo bueno. Todos aquellos tics, despropósitos, el mal rollo latente entre dos mundos... 
Porque también en esto cedí y me traicioné. 
No debí esperarle, para que no me reprochara nunca habernos ido juntos por mi causa.
No debí ceder; no debí decir que sí a casarnos, algo que siempre sostuve desde muy temprano que no haría, especialmente desde que ya mi mamá no iba a poder verlo. Para que hoy no fuera un día olvidado por mí pero importante para él. No en vano, nos casamos casi once años después de iniciada la relación y el motivo por el que accedí fue mi deseo de ser madre. Boda civil para proporcionar seguridad jurídica a mis hijas, que llegarían dos años después. Ese es el único motivo para no arrepentirme ahora del todo. Ellas. Un motivo gigantesco y maravilloso, paradójicamente. 

No entiendo nada. Pero me siento libre de ser yo. No entiendo lo de la gente que dice cómo han de ser las cosas entre dos para que vayan bien. Entre otros dos que no son ellos. No entiendo ser la parte que más lucha por una decisión que es del otro guerrero y que con tanta perseverancia trató de hacer de los dos. Tal vez no era una decisión, sino una tradición, convención o peor: una ilusión en un espejo. Falsa y dolorosa.

Supongo que hay que seguir caminando y escogiendo opciones en los cruces de las sendas.

Ahora buscando la intensidad y el fuego, porque él está lejos pero en mi cabeza y sigo transitando y trabajando la templanza, escuchando su música del alma, que es la mía también, porque me la mostró él.

Veo desde aquí sus ojos encendidos mirándome, que guían mis pasos temerosos. Paciencia, excitación animal, ternura, remolinos de recuerdos. Sus ojos y sus manos. Las certezas de la piel junto con las frustraciones del corazón taquicárdico, tras años de amordazar unas emociones que sin ataduras se desbocan.

-Aquella despedida fría, contenida y confusa>>


Con un soplido me desarmaría, si fuera el fin perseguido. Paciencia. Él sí entiende lo que necesito. Que el amar no sea problema, eso necesito, en eso entreno, allí voy.

Porque amar no es depender de nadie.
Porque el amor es el medio y es el fin.

El amor que yo quiero en mi vida es platónico cuando espera, resiliente y sosegado. Y erupción de deseo y contemplación de lo bello del placer del otro, cuando haya reencuentros necesarios, en la medida en que el amor viva y perdure. 

<<No soy transparente ya. Y si vuelvo a serlo quizá, será por accidente, espero.>>


Saliendo de las sombras, hacia la luz y la alegría. 

<<Seguimos>>.


21 oct 2019

Materia onírica.

Sueño, o mejor dicho, soñaba mucho, cuando no era presa de este insomnio implacable. 
De cría era sonámbula, como también mi hermana. Contaba mi madre que me levantaba de la cama e iba a la cocina y me ponía a hablarle a la lavadora, mientras mi padre y ella apuraban el rato a solas para hablar, o discutir, cuando estábamos ya la prole acostada.
Mi hermana se caía de la cama, con el consiguiente estruendo del golpetazo, que me despertaba; entonces yo encendía la luz de la mesilla y ella se levantaba del suelo se volvía a acostar y, antes de que me diera tiempo a preguntarle si estaba bien, ya roncaba de nuevo. También, en otros episodios, se incorporaba, se sentaba de repente, gritaba cosas y se volvía a tumbar para dormirse como un tronco.

Me gusta mucho soñar. Sueño cosas chulas. Hay géneros dentro de mis sueños.
Están los sueños de aventuras, en los que es muy frecuente que me eche a volar, sólo agitando los brazos desde el suelo, para alcanzar las azoteas de los edificios e ir sobrevolando el skyline de una ciudad. Habitualmente es un sky muy familiar, nada que ver con Manhattan y sí bastante con el G3 y G9 de Gamonal. Arrea...

Otra versión de los de aventuras frecuente es en mi rol de chófer de vehículos pesados. Como lo leen, me lo flipo conduciendo camiones. La versión chunga de estos sueños es cuando caigo por un acantilado al volante de un camión como el de 'Duel' ("El diablo sobre ruedas", la ópera prima de Spielberg, peliculón). Ahí me despierto, efectivamente. 
En el subgénero atraco de bancos lo hago todo de manera aséptica, profesional y muy rápido. Nunca me cogen porque, claro, tengo superpoderes oníricos y me escapo volando. Me la gozo con estos, como es de suponer.

También tengo bastantes sueños erótico-festivos (que me gusta a mi esta expresión y poder utilizarla cuando es apropiado, oigan). 
Mención aparte merece la particularidad de mi suerte y tino con famosos muy cosificables frecuentemente. Y no es que sea feo, para mi gusto es bastante atractivo de hecho, pero sin ser de los más espectaculares o buenorro oficial por aclamación popular, al que sigo recordando nítidamente por pasarlo muy pero que muy bien, es a Luis Merlo.
Actualmente sólo sueño con una persona al que pertenece el 120 por ciento de mi deseo. No me había pasado nunca, aunque no creo que tenga una explicación, más allá de la sugestión y la propia actividad de mi mente, que no le saca más de cinco minutos seguidos del pensamiento... es dulce y amargo: estoy aterrada.

Drama. Dramón. Este género, siendo yo, no podía ser de otra manera que de proporciones estratosféricas. No en vano, suelen ser pesadillas muy vívidas. 
En ocasiones son reminiscencias del último año de vida de mamá. No es habitual que sueñe con su muerte, pero sí creo que son consecuencia del duelo mal resuelto.
En realidad lo que sueño a mí se me antoja peor. Son remordimientos, escenas de reproches y veneno. Cicuta y diapositivas.
Adquieren estos pasajes semejanza con el puro surrealismo cinematográfico. Y se me antojan las hormigas en la palma de la mano en 'Un perro andaluz' y también la milana bonita posando en el hombro de Azarías, pasando por Carmen y Julieta bebiendo y echando a los ojos de la otra el gazpacho. Y llegando a Laia Marull meandose encima del terror en 'Te doy mis ojos'

Flashes que no quiero y vuelven. Pero con los que he aprendido a vivir.

Mis favoritos son los que no recuerdo bien. Esas noches en las que he dormido dormía profundamente, me despertaba con una sonrisa y había hablado en sueños.

Soñar con él no me despierta con una sonrisa, paradójicamente. 
Querría sentir su respiración en mi nuca, sus labios al oído...




18 oct 2019

Insostenibilidad II

"That's the market!"

O recordando cómo hemos llegado hasta aquí, riendo, al menos.

15 oct 2019

Neurotóxico.


neurotóxico, ca
De neuro- y tóxico. Adj. Biología. 
Dicho de una sustancia: Que inhibe o altera gravemente las funciones del sistema nervioso. 


"Debo sujetarla correctamente, de lo contrario puedo dañarla..."

Palabras y seres vivos fascinantes, con su naturaleza y sus ventajas evolutivas.

El salto al arte, con esa mamba Uma Thurman 'the bride' AKA Mamba negra tarantiniana.
¡Oh, qué maravilla, también la secuencia espectacular, Madsen y Hannan en la caravana, esta última leyendo de la libreta las características letales de su ataque!

La fascinación por la neurotoxicidad. Animal y humana.


13 oct 2019

No es lógico.

Hoy haré lo contrario. No pongo título, porque vengo con urgencia, a hacer catarsis.

Encontrar el camino no es nada fácil. Estaba releyendo ahora mis ridículos intentos de autocrítica, que caen en la justificación. Cuando nadie mejor que yo sabe de quién es el problema. Lleva siendo MI PROBLEMA muchos años.

La cuestión es que lo he llevado más o menos a pelo, porque también tengo que sacar a flote mis valías. Tengo responsabilidades que me obligan y empujan a dejar de lado la culpa. Yo soy responsable de no buscar ayuda antes, pero no de necesitar guardar las distancias para no herir.

Ayer me dijeron que "creo tensión" en una discusión privada. Mi bienestar pasa por no admitir que me digan estas cosas, ni en público ni en privado. Si creo tensión a alguien, cosa muy nociva - y bien que lo sé, porque produce estrés y mi moto no ha parado durante años-, me alejo.
No quiero que nadie sufra por estar en contacto conmigo. Es primordial.

Pero tampoco que me achaquen a mi todo el peso de cómo marcha una relación de amistad. No es justo.

No es lógico.




12 oct 2019

Campaña.

Cuando me siento a escribir puedo estar inspirada previamente o no.

Hay ocasiones en las que, como hoy, escojo un tema al azar de los que tienen relevancia en mi vida, en pasado, presente o incluso en futuro, como buena soñadora. Pongo un título y a lo que surja. Me funciona. De repente vienen ideas y juntarlas con letras no me resulta complicado.

La música de fondo ayuda. Me hace brotar la emoción y relacionar lo que sucede en mi día a día, o sucedió algún otro del pasado, más o menos reciente, e incluso lo que espero que algún día suceda, o mis deseos más íntimos que ahora puedan encontrarse aún insatisfechos, con el tema enlazado mediante el título.

El poder connotativo de las palabras. Lo que amo de la Literatura ahí está contenido. En la cantidad de aristas y matices infinitos que una acepción de la lengua pueda aportar a la interpretación de una expresión, verbal o escrita.

Lo connotativo...

Campaña como vía de instrospección, propia y ajena. Como molestia que se antoja insalvable, como analogía de una relación rota en la que una parte se empeña en darle otra versión de sí misma al que quiere marchar.

Cuando ya has dicho que no. Que nanai. Y seguir. Y empeñarse en mostrarte vídeos, audios de intervenciones en las que estabas presente, desayunando con un móvil pegado a un hombre sentado en la silla de al lado.

Y van tres. Y no comprender que eso ha sido la puntilla. Que no me interesan las intervenciones en el pleno. Que necesito respirar otra brisa.

Campaña como refugio. También, necesario, para evadir el mal rollo reinante. Para nada es agradable vivir con la frustración personificada arremolinada en cambios constantes de humor.

Pero la resistencia al cambio nos devuelve esto: tercera campaña del año.
Electoral de la izquierda y contra la separación de la convivencia en paralelo.

No sé aún cuál de las dos será más tediosa. Sí sé con certeza que una de ellas está condenada al fracaso.

Porque va contra mi esencia.


9 oct 2019

Es por ti.

Los aseos de la cafetería estaban al fondo del local. La planta era estrecha y alargada, con un modesto ensanchamiento al final de la barra con tres mesitas de café redondas y otras tantas cuadradas, un poco más amplias, ocupadas por gente pasando la tarde con juegos de mesa.

Regresaba de lavarme las manos y el sitio era estrecho. Llevaba su tiempo sortear las mesas apiñadas y los grupos grandes, que alternaban en corro a lo largo de la barra, de pie. Desde la otra punta del bar vi que mi madre, - ¡qué raro!-, ya había encontrado a alguien para sustituir mi compañía. Charlaba con un hombre de ojos claros que yo no conocía. Al menos no lo recordaba.

Sin embargo, la postura y aquella faz de ella no las olvidaré nunca. Conociendo a mi madre y su porte digno, siempre erguida y dicharachera, con ese salero con que se metía en el bolsillo a cualquiera, incluso echando broncas si fuera necesario, lo primero que me llamó la atención fue que estaba sentada en el taburete, con las piernas cruzadas y los codos apoyados en la barra. Y en la cara una expresión de niña pillada en falta, justo en el momento en que me sumé casi por sorpresa al dúo, tan inmersos en su burbuja que no me habían visto acercarme y llegar hasta ellos.

Como acto reflejo para disimular improvisó rápidamente un susto exagerado, empujándose teatralmente con los brazos que tenía apoyados en la barra hacia detrás. Tratando de bromear con el amago de caerse de la silla. Mi reacción más inmediata, a pesar del desconocido que nos acompañaba, fue enfadarme como si yo fuera la madre y ella la hija, intercambiando roles: "Mamá, por favor, ¡que te puedes caer y acabamos en el hospital". Entonces miré al hombre y vi su cara de perplejidad al percatarse del estado de mamá. De pronto entendí la rara postura que ella adoptaba, sentada en extraña contorsión.

No podía disimular su turbación. Nerviosa, empezó con su explicación manida desde que el embarazo empezó a notarse en su abdomen. Lo del "penalti", cuando estaba ya pensando más en preparar biberones a los futuros nietos (nietas, cuatro, que nunca llegó a cargar en los brazos) y en que por lo menos ya tenía a cuatro criados para echar una mano con la peque que venía. También contó que lo había llevado más o menos (en realidad lo había llevado fatal desde el positivo que anunció el sexto embarazo, después de casi doce años desde el último parto) hasta que hacía dos semanas habían confirmado que por lo menos no era otro niño, y que por fin yo iba a tener mi ansiada hermanita...


En la cara de él percibí un gesto mezcla de ternura y añoranza, mientras observaba el apuro de ella para contar su realidad cotidiana con guasa, como habitualmente hacía con quien preguntaba por la barriga y por su edad todo seguido. Siempre salía airosa. Ganaba a la bilis con sarcasmo e ironía. Ese día su gracia no se la creían ni ella NI ÉL. Yo no conocía a ese hombre, no recordaba haberlo visto nunca, pero él sí parecía conocer los pensamientos de mamá bastante bien. Sonriendo tímidamente, insistió en pagar la cuenta y se despidió con evidente prisa por desaparecer. Antes de salir definitivamente, se giró un momento y dijo "que vaya todo muy bien; enhorabuena". Sonó a puro formalismo, rebuscado sobre la marcha para no aparecer frío ante una noticia que suele ser motivo de alegría y celebración, al menos de cara a la galería y por convención social.

Yo no conocía a ese hombre. Nada más lo conocía de historias y confidencias que mamá me hacía en la intimidad, sobre su adolescencia y juventud, sobre los primeros amores, sobre un novio músico, que tocaba en una orquesta... Sobre separaciones del destino.

Salíamos ya de la pausa de la infusión para continuar con las compras, el ajuar para la cuna estaba pendiente aún: - "¿Sabes quién era ese chico, hija?" -"Sí, mamá, sé quién era", contesté sonriendo.

Mamá era una gran narradora de historias y fábulas. Las anécdotas divertidas tenía que volver a contarlas una y otra vez, porque se lo pedíamos. Sin embargo esta anécdota que cuento yo ahora quedó entre ella y yo, más o menos. Nunca volvió a mencionarme a aquel hombre ni aquel encuentro. Han pasado muchos años de aquello, treinta aproximadamente, que son los que cumple mi hermana en diciembre. Podría decirse que hasta prácticamente hoy no he entendido en su justa dimensión esta pieza en la historia de su vida. De la mía.

No he comprendido el alcance de la tristeza que arrastró la mayor parte de los días, meses y años, pocos, que le quedaban de vida.

Este duelo postergado, este duelo que no se hizo, no se hace, que me indigna y me vacía de compasión hacia el resto; que ya no quiero hacer, porque no hay nada que pueda hacer, salvo intentar sacarme de la mente su tristeza perpetua, salir de esta. De la tristeza de no escoger lo que tú quieres nunca. De cerrar las puertas.

Es por ti que despierto y nunca es tarde, mami. Yo no te seguiré.




7 oct 2019

Enjambres.

La fragilidad auto percibida.

El ensimismamiento vil.

La huida hacia delante, el hielo, tras de él, el fuego, después la tormenta y una gran ola de destrucción masiva. Se retira y el arenal queda liso, virgen, a la espera de que lleguen las nuevas pisadas.

Tomar aire, respirar profundo, volver a caminar al lado de otros, que también están confusos entre tanta desolación.

Unos con más batallas que otros, algunos duros, otros flojos, varios son privilegiados y ni lo saben, muchos son zombis privados de libertad y tampoco se dan cuenta. Hay una parte que sí sabe de los límites impuestos. Esos pueden ver cómo, salir de la situación de represión en la que se hallan, no depende de ellos sólo. Ven el desequilibrio, la desigualdad. De oportunidades. De condiciones de salida.

Enjambres de personas, cuestiones sociales, entretenimiento vacuo e individuos que se independizan y se buscan la vida fuera del avispero. Porque no pocas veces se sintieron parte del enjambre que amargaba la merienda a una familia en el campo de descanso dominical. Pero también los zumbidos continuos de los demás, de todo el conjunto, tenían un efecto hipnotizador, sedante, por momentos de confusión, entre tanta ala y rayas amarillas de alerta biológica.

No dejas de ser, sin embargo, avispa que toma su rumbo, pero avispa al fin y al cabo. Y hay que aceptar que picas a la defensiva.

Y que puedes acabar aplastada de un manotazo al intentar morder.

Así pues, cuando empiecen los primeros intentos de apartarte del pastel de todos, con la palma de la mano abierta, vuela lejos.



La fragilidad auto percibida...

Los bucles de pensamiento y la ruptura, para salir del ensimismamiento.

Aún no se ha ido.

No se ha ido el miedo de romperme. No se va porque, roto ya por mil sitios, con una cantidad importante de cola entre los cachitos, veo que queda caída.

Que se puede estallar contra el suelo.
Y estoy cansada de levantarme continuamente.
Muy cansada; también de esta auto compasión de mierda, que me enciende de rabia.
Esa rabia que es inquina. Porque sabes que tus cosas, cuando las cuentas, hacen huir a la gente, de lo difícil que es imaginarse lo que hay detrás. Cuesta contar. Cuando cuentas, sucede eso. También hay quien cuestiona tus vivencias, como método para animar (sí, triste pero cierto), cuando confías una mínima parte de lo vivido.

Cómo coño va a comprender nadie ahora, con lo que llevo en la mochila a resguardo, que explote la magefesa. No lo esperas, aunque sea algo común divorciarse y tener ansiedad, algo tan convencional y poco especial como extendido, por desgracia, en lo que se refiere a la enfermedad, simplemente porque nadie sabe del recorrido, de la carrera de fondo y del desgaste.

Terminas por intentar reír y olvidar la mala onda. Pero hay entornos en los que se hace muy difícil.

Más blog, menos twitter, definitivamente.







5 oct 2019

Después y detrás de la nube piroclástica.

Siempre me ha creado mucha angustia la falta de visibilidad, la opacidad, la niebla subiendo un puerto de montaña en el norte, cuando íbamos en familia a la playa, los papeles amontonados sin orden ni concierto, las carreteras rurales de la zona del malpaís más reciente, de noche, en Lanzarote... En general, la mayoría de esos miedos tienen su origen en accidentes y experiencias traumáticas vividas. Por eso no me es muy complicado sortear crisis de ese tipo al volante ya, hoy en día.

Recuerdo, sin embargo, hace diez años el mal rato que pasé volviendo de casa de unos amigos en Tinajo, municipio cuyo diseminado está en la pura lava de la última erupción, "pegandito" a las Montañas del Fuego.  De manera que, en cuanto sales de la zona poblada y dejas de ver las típicas casas terreras blancas, es muy difícil orientarse en los cruces y desvíos para quien lleva poco tiempo viviendo aquí. Y si eres turista también te pasa, por supuesto. Precaución no es broma. Tardamos en llegar a casa hora y media, cuando a ritmo prudente y tranquilo, respetando los límites de velocidad, la distancia entre Tinajo y nuestra casa en aquel momento, apenas 22 km, podía a lo sumo hacerse en 30 minutos máximo. A la isla ♥ le digo 'islita' por algo.

Con los seres que pasan por mi vida, y eso ya no lo tengo tan controlado, la opacidad me espanta. Y no me refiero, obvio, a la reserva de la intimidad, sino a lo que yo percibo como cambios conductuales repentinos de una persona hacia mí. Escribo sobre ello para intentar un ejercicio de análisis y exposición de mis pensamientos con respecto a mi inadaptación a ciertos ámbitos sociales, en cuyos entornos no me siento agusto.

Tras la erupción del volcán, la devastación y las altas temperaturas, debajo de la lava y de las escorias, cuando se ha disipado la nube de cenizas en suspensión... ¿qué queda, además de la destrucción y del dolor? ¿la reflexión sobre nuestros actos? Eso queda, sí. Y no es ninguna bobería. Como no lo es hacerlo sobre poblar la ladera de un volcán vivo.

También en las relaciones humanas, la información, sin orden, no constituye conocimiento. Por eso son tan importantes las cronologías de los hechos, el contexto de los conflictos, la connotación de las palabras, los comportamientos y conductas de cada cual. Como para cualquier disciplina del conocimiento, los puzzles y los esquemas que colocan las piezas, contribuyen al saber.

De la mano de la memoria, no sólo heredada (mamá, otra vez...) sino que trabajada conscientemente (el apalabraos, por ejemplo), -por estar diagnosticada desde los 21 de hipotiroidismo y ser su desgaste precoz una secuela que me preocupa especialmente desde siempre-, va ese pensamiento abstracto que me posibilita hacer esquemas "en el aire", atar cabos en la cabeza, extender las piezas sobre el tablero, estableciendo mis criterios para descartar los sesgos sobre quienes mejor me caen o a quienes concedo el beneficio de la duda por amistad.

Suena frío, pero cuando la vida te ha pegado muchos palos con la gente, esta conducta obsesiva de querer saber con quién ando, aún siendo obvio que produce aislamiento y que alejo de mí a las personas, no se puede esquivar. Y es una parte de mí que he intentado pulir, relajar, etc., pero sé que es un error. Es negarme. Crecí viendo cómo mi madre se ponía en un segundo plano siempre, como volvía a reconciliarse con personas que la utilizaban para sus intereses, fuera para llorar en su hombro, fuera para quitarse mamá de su cacho de pan, de mil amores, encima. Ella era así pero dejó de cuidarse.

Esa rabia forma parte de mi y es una enseñanza vital. Y debo dejar de autofustigarme por algo que es una virtud y habilidad: saber elegir a mis amigos.

Y con un poquito más de retraso, porque el amor sí que es ciego la mayoría de las veces, me va a ayudar a no dejar pasar al verdadero ante mis ojos, cruzada de brazos o paralizada porque nos rodearon personas malas.

El trato humano en redes sociales es superficial, como de patio de Instituto y de postureo de los más guays y populares de los 'playbacks'. No veo problema en tener pocos amigos en ellas, pero de calidad, como en analógico. Al contrario, más bien, por salud mental mejor así.
Recuerdo cada día de mi vida la marabunta de gente en el funeral de mi madre, saliéndose por las puertas de la parroquia y ocupando toda la plaza adyacente. Y lo rápido que royó carnaza y desapareció de nuestras vidas todo el ejército de plañideras, también lo recuerdo.




3 oct 2019

To build a home...

Aprovechando las horas, y porque me da la gana, os voy a contar una 'eviada' de las que me suceden muy habitualmente en los últimos meses.
Incluso teniendo un buen día, en el que haya podido mantener a raya la rumiación y estado bien, con las pilas tirando, llegar a la noche con un estado de ánimo que me facilite conciliar el sueño es complicado.
Podemos incluso sumar que estoy contenta de sentirme útil, no una puta ameba, lo cual es bastante más frecuente de lo que me gustaría.
Pero se tuerce. Si no fuera porque #NoSinEvidencia diría que tengo un gafe del tamaño de Groenlandia. Bueno, por eso y porque la evidencia está del lado de algo mucho más prosaico: "cerdos marinos". ¡Ojo!, con todo el respeto lo digo y en deferencia a mi suegra, que es expresión que ella misma usa para dirigirse a mis cuñados y compa. Digo yo que tengo el comodín marimerche, que no se refería a los animalitos del océano, por si pensaban.
 
Y hoy, tras de recoger del cole a Chan, me fui de recados a hacer compra grande y también recoger libros de texto reservados. Se quedaron con papi. Esta mañana empecé a levantar colchas, sabanas, puse lavadoras y barrí toda la casa, antes de hacer otras cosas. Suelo enviarle fotos de la mierda debajo del sofá y cosas que me encuentro de la tarde anterior o whatever. Hoy unos trozos de naranja, arena/migas de galletas, juguetes menudos, una chola que no aparecía anoche...etc. Foto y al WhatsApp.
Dijo él: "De hoy no pasa, tengo que hacer limpieza general". Sí. Se refiere a la iniciada por mi esta mañana. Pero da igual, nunca podrá decir que le he hecho ascos a sus ofrecimientos que siempre, desde que convivimos, se han quedado en eso: palabras. YO: "Ah, poh valeh. Si tiendes la colchas del sofá, terminas el suelo fregando, recoges la ropa que quedó y pones las sábanas que he quitado de las camas de las niñas esta mañana, ESTARÍA GUAY"
 
Vuelvo a las 8:00 p.m. un momentito a cenar, echar una mano para acostarlas y forrar los libros de texto nuevos, o, dependiendo de lo que me encuentre, pillarme un bocata boquerones y salir zumbando a hacer algo por fin en la ofi hoy (que no sea barrer, limpiar polvo, el baño, reponer agua, café y consumibles, optimizar equipos informáticos de la tarara...etc.) porque "ojos que no ven, corazón que no siente"

Entro por la puerta de mi dulce hogar y me encuentro, efectivamente, la mundial. No solo no ha hecho nada de lo que había que acabar, sino que la casa completamente patas arriba: opto por el bocata... Solícito, me prepara una bolsa con tupper uvas y queso y un bocadillo, mientras pillo el cargador, las pastis y paso un rato en el sofá con mis hijas, sin duchar y en bragas, asediándome a cosas que contarme y preguntas que hacerme, que parecen náufragas recién rescatadas.
Bueno, al menos están cenando unos nachos con las salsas de queso tomate y guacamole puestas en la mesa del centro, y directas en el bote, sin ni calentar la de queso al menos, porque "se pueden comer así". Poh vale, otra vez. "¿Está mi bocata?" "Sí, toma, en esta bolsa." "Okei, voy a dejar estas camisetas en el armario y estas braguitas que las he comprado, y blablabla..."
(mientras hablo camino por la casa, poniendo una toalla que no hay en el lavabo del baño, quitando las sillas mini de las Chan de en medio del pasillo; vuelvo sobre mis pasos, creo que me dejé en el salón el móvil, no, está en el baño, lo cojo, regreso al salón, beso a las niñas, me entretengo otro rato con mimos que me dan la vida. Cojo las llaves, me despido saliendo de aquello que parece un hospital quemado. Cierro la puerta tras de mí, respingo profundo, bajan las pulsaciones por minuto, "ya estás fuera, Eva" me digo)
 
Llego al despacho. Tengo hambre... ¿La bolsa con el bocata? JO-DER. Me la he dejado. Otra vez. Le pregunto por WhatsApp si ve por allí mi cena. Efectivamente. Encima de la mesa del salón, entre todos los trastos la apoyé para prestar atención a las niñas.

"Jo, qué mal... ¿vuelves a por ello?"

...
 
"No, tengo fruta aquí, fresca y secos, galletas y café. No vuelvo ahí ahora, y ya puedes recoger en el rato que estoy fuera, me he quedado en shock al ver que está mucho peor de como lo dejé al salir de casa al mediodía."

Triste pero cierto, que del estado de ansiedad que me produce el entorno doméstico caótico, la primera consecuencia inmediata son fallos de concentración y cognitivos de este tipo. Es decir: he hecho varias cosas el rato que he estado, pero, salvo estar con mis hijas, nada de la relevancia de comer, puesto que aún no lo había hecho en condiciones. Y para colmo me dejo el bocata. Es frecuente que me deje la comida, claro, ese es el problema, no que me la haya dejado hoy de nuevo.
La memoria a corto plazo hecha trizas en situaciones de estrés agudo...

Es terrible no considerar un hogar la vivienda en la que has compartido y compartes tanto a diario con tus hijas. Llevo meses padeciendo esto. El desgaste y mi salud maltrecha hacen que el marcador esté en déficit desde hace mucho. Antes limpiaba yo y lo mantenía, con dificultad y cabreos continuos. Ahora la depre me ha quitado esa energía de antaño y mi casa es una montaña de basura descontrolada, donde nadie limpia, -salvo yo ocasionalmente, cuando me levanto con energía, como hoy-, sólo ensuciamos.
 
Vivir en una casa que para mi hace tiempo que no es un hogar digno para mis hijas, además, es una de las cosas que me generan reacciones de pánico que antes no estaban.
He soportado una carga sobre mis hombros intolerable y encima ahora mi casa me produce ansiedad y malestar, necesito salir por patas de una manera angustiosa.

No sé si habéis visto Casper, pero son sus tíos, Tufo y compañía, en la secuencia del desayuno.

1 oct 2019

Siempre hay música.


- ¿Hoy no hay música?
- Siempre hay música...