El atractivo intelectual es muchísimo más excitante para mi. Sobre todo si tu humor es brillante, sutil, parco, ironía pura. Viene a ser lo contrario de lo mío. Así que, aunque no creo en estas mierdas de las almas gemelas ni las medias naranjas, cada día menos, esta vieja de 42 tacos ha encontrado el complemento ideal a su carácter torrencial. Y cuando me hace reír es cuando más lo amo y más bello lo veo, que lo es también. Los halagos a su atractivo se los digo a él. Cuando toca. Cuando podemos.
Los momentos en los que la piel funciona. Esos son los que la mente no puede combatir. Aunque ciertamente es extraño y perturbador que una voz en la distancia, una palabra escrita de quien deseas en tus noches fervientemente, provoque auténticos polvorines a los que entregarse, encienda los motores de la imaginación, abra el baúl de una noche que cambió tu vida, recuerde cada segundo, cada mirada, cada silencio, caricia, centímetro de piel, nervio, espasmo... incluso bloqueo por el shock.
A veces pienso en el riesgo de que no se diera y me dan escalofríos. De alivio por ver que hice lo correcto, a pesar de todas las dificultades.
Correcto no era la palabra: Hice lo que sentía que necesitaba hacer y me agarré bien fuerte para cruzar. Hacia lo desconocido, probable fuente de placer pero también de sufrimiento. Y llegué al otro lado. Y la selva frondosa de enigmas me gustó mucho más que las certidumbres dejadas atrás, entre la roca desmoronada del otro extremo.