Sueño, o mejor dicho, soñaba mucho, cuando no era presa de este insomnio implacable.
De cría era sonámbula, como también mi hermana. Contaba mi madre que me levantaba de la cama e iba a la cocina y me ponía a hablarle a la lavadora, mientras mi padre y ella apuraban el rato a solas para hablar, o discutir, cuando estábamos ya la prole acostada.
Mi hermana se caía de la cama, con el consiguiente estruendo del golpetazo, que me despertaba; entonces yo encendía la luz de la mesilla y ella se levantaba del suelo se volvía a acostar y, antes de que me diera tiempo a preguntarle si estaba bien, ya roncaba de nuevo. También, en otros episodios, se incorporaba, se sentaba de repente, gritaba cosas y se volvía a tumbar para dormirse como un tronco.
Me gusta mucho soñar. Sueño cosas chulas. Hay géneros dentro de mis sueños.
Están los sueños de aventuras, en los que es muy frecuente que me eche a volar, sólo agitando los brazos desde el suelo, para alcanzar las azoteas de los edificios e ir sobrevolando el skyline de una ciudad. Habitualmente es un sky muy familiar, nada que ver con Manhattan y sí bastante con el G3 y G9 de Gamonal. Arrea...
Otra versión de los de aventuras frecuente es en mi rol de chófer de vehículos pesados. Como lo leen, me lo flipo conduciendo camiones. La versión chunga de estos sueños es cuando caigo por un acantilado al volante de un camión como el de 'Duel' ("El diablo sobre ruedas", la ópera prima de Spielberg, peliculón). Ahí me despierto, efectivamente.
En el subgénero atraco de bancos lo hago todo de manera aséptica, profesional y muy rápido. Nunca me cogen porque, claro, tengo superpoderes oníricos y me escapo volando. Me la gozo con estos, como es de suponer.
También tengo bastantes sueños erótico-festivos (que me gusta a mi esta expresión y poder utilizarla cuando es apropiado, oigan).
Mención aparte merece la particularidad de mi suerte y tino con famosos muy cosificables frecuentemente. Y no es que sea feo, para mi gusto es bastante atractivo de hecho, pero sin ser de los más espectaculares o buenorro oficial por aclamación popular, al que sigo recordando nítidamente por pasarlo muy pero que muy bien, es a Luis Merlo.
Actualmente sólo sueño con una persona al que pertenece el 120 por ciento de mi deseo. No me había pasado nunca, aunque no creo que tenga una explicación, más allá de la sugestión y la propia actividad de mi mente, que no le saca más de cinco minutos seguidos del pensamiento... es dulce y amargo: estoy aterrada.
Drama. Dramón. Este género, siendo yo, no podía ser de otra manera que de proporciones estratosféricas. No en vano, suelen ser pesadillas muy vívidas.
En ocasiones son reminiscencias del último año de vida de mamá. No es habitual que sueñe con su muerte, pero sí creo que son consecuencia del duelo mal resuelto.
En realidad lo que sueño a mí se me antoja peor. Son remordimientos, escenas de reproches y veneno. Cicuta y diapositivas.
Adquieren estos pasajes semejanza con el puro surrealismo cinematográfico. Y se me antojan las hormigas en la palma de la mano en 'Un perro andaluz' y también la milana bonita posando en el hombro de Azarías, pasando por Carmen y Julieta bebiendo y echando a los ojos de la otra el gazpacho. Y llegando a Laia Marull meandose encima del terror en 'Te doy mis ojos'
Flashes que no quiero y vuelven. Pero con los que he aprendido a vivir.
Mis favoritos son los que no recuerdo bien. Esas noches en las que he dormido dormía profundamente, me despertaba con una sonrisa y había hablado en sueños.
Soñar con él no me despierta con una sonrisa, paradójicamente.
Querría sentir su respiración en mi nuca, sus labios al oído...