He cambiado las palabras. Una preposición clave, en este caso, que puede dar una pista indeseada. Es un juego pero cada vez menos divertido. No me apetece en ese foro dejar ningún rastro de ti.
De tu aliento sobre mi piel.
Ha crecido esto. En mis momentos íntimos y de soledad soy feliz imaginando que hacemos el amor de nuevo pero sin ser nuevos. Reposado.
Preparo mi cuerpo para ello, mientras espero el momento. Para que no galope desbocado como yegua que se siente atenazada. Pausa el deseo, prepara la superficie para el aterrizaje de los sentidos. Esos que se aferran a la belleza intensa de la vida, porque han comprendido cuál es la siniestra alternativa: la oscuridad y la apatía que arrasaron con la sensualidad tibia, sembrando caos y miedo que pegaron fuerte en la estabilidad de la nave.
No todo estaba mal, qué va, para nada. Sólo echar un poco la vista atrás a los momentos felices me ha hecho recordar la ternura inmensa que invadió el pecho y que hizo florecer la vida, otra vez. Una señora Gran Mamba Negra nos dejó paso a las mambitas verdes, de la tunera y el cardón.
Tanto bello mestizaje de grano, de aroma, de vega, de planta. La bodega vetusta junto con el arte moderno de los genios campesinos eternamente estéticos.
La Geria y sus asocadas vides como imagen de entrada a los ABRAZOS ROTOS de Almodóvar. Quién si no, en este cine nuestro, iba a tener los ojos necesarios para inmortalizar la islita en su celuloide.
Y del vino joven, del año, fresquito malvasía con pescado y lapa, al tinto crianza de larga duración, porque todavía no te arrogas el reserva.
Pero comprender que son fuegos distintos, de distinta intensidad por la añera y el microclima que acoge a la parra.
No mezclarlos. O sí. Uno con los entrantes o quizá la sopa de pescado. Sí, mejor la sopa de pescado en aquél garito cerrado al público, "El Resbalón", para enseñar mi manera de amar, la aprendida e innata también. Y vaya si lo logré.
Mezclarlos en el mismo menú, pero cada uno con su maridaje. Al tinto le van bien las carnes a la brasa y por supuesto el cordero asado al estilo de la aldea.
Quedará hueco aún para un acompañante de queso a los postres. O un Pedro Ximenez para el bienmesabe. Quién lo sabe.
Lo que sabías es que se seca, que la hormona deja de funcionar para que el compañero de faena, en tu turno de descanso, retire el plato para la siguiente etapa del dispendio que es la vida. No me fío de quienes solamente dicen tener una comida favorita... qué aburrido. Por mucho que te hayas aferrado tanto a la maravillosa crema del amor exitoso que duela en el alma el momento en el que te empalaga o deja de sorprender. Siempre pasa y siempre lo has tenido claro: que no te engañarías cuando llegara ese momento.
No mezclar. Maridar.
Y amar más porque el que sucede respeta el camino andado y a quien amaste antes, es una bonita manera de pasar a los segundos.