1 dic 2019

Cartas sin destino, letras para nadie (VIII)

ABRE LOS OJOS-ABRE LOS OJOS-ABRE LOS OJOS-LO MEJOR DE NUESTRA PIEL-ABRE LOS OJOS-ABRE LOS OJOS-ABRE LOS OJOS- ES QUE NO NOS DEJA HUIR- ABRE LOS OJOS-ABRE LOS OJOS- ABRE LOS OJOS- BORRA EL RASTRO TU DOLOR -ABRE LOS OJOS

Sal de ahí, sabes de quién te puedes fiar y de quién no, en realidad. Hasta tus amigos ahí dentro están envueltos por los cantos de sirena que tú has silenciado con tus matemáticas cantarinas, que te dan una perspectiva más que suficiente de la jauría. Ya sabes que no dicen cosas lindas por la gestualidad, a qué darles el gusto de perder el equilibrio.

Y mientras tanto la vibra es que fuera está lo bueno, aunque haya sido refugio para tu soledad. Se convirtió en una rémora para tu bienestar en el momento en el que te comportaste de una manera decente. Los primeros desmarques de ciertos hábitos.

Ese era el mensaje.

Y el patrón en algunos antros se repite incesantemente. Estoy quizá de vuelta de esto porque conozco estos sitios como cliente, como colega del dueño, como curranta, como regenta, como borracha, como hermana/amiga del pasado de vueltas con las sustancias que la termina montando. Como varias de esas cosas juntas a la vez, incluso.

Una gourmet que huele eternamente mal, entre fogones y freiduría, que odia los menús con pretenciosos y kilométricos nombres de platos, para definir chicha, papa, salsa. 'Sabe más el diablo por viejo', joder, dejaos de bobadas y cocinad algo rico. Lo llamas "el plato putanesco" o como más ridículo te parezca o sencillo de comandar.

Pero no estafes el paladar y verás cómo lo vendes.

No engañes.


Me fío del caníbal, de la nobleza de su hambre.