27 dic 2019

Cartas sin destino, letras para nadie (XIII).

<<La diferencia era la piel gélida. Aquella bailarina bailaba con todos pero solo unos pocos encendían su candil y únicamente uno prendió la llama eterna... >>

No hay letras. Al menos no hay más metáforas para esta misiva que pretende ser de cierre. Confieso que no sé si voy a ser capaz, desde ya, desde este primer párrafo. Pero lo que cuenta es la intención, en este caso, porque no es nada fácil tomar esta decisión.

Hay devastación y frío desde hace muchos días, salvando los encuentros fugaces con almas gemelas que me arrullan, miman y sacian la sed, aportando, sin herir, con delicadeza, respetando mi libertad y mi manera de ser.

Eso me confunde. Es inevitable ver las diferencias entre quien no quiere otra cosa que la que doy y que acepta lo que pido, con dedicación, para sentir el fuego del deseo carnal, sin reclamar lo que no puedo dar.

He masticado la carta XII y la despedida de dos días después, durante semana y media. Ayer decidí que de hoy no pasaba expresarme aquí. Porque necesito hacerlo aquí. Aislarme de donde lo estoy haciendo, que además no quiero, no ayuda a mi dignidad. Allí la superficie, la desnudez de mi cuerpo. Se acabó dar armas al enemigo, porque quieren hacer daño a otras personas que no soy yo y que adoro.

No puedo hacer otra cosa. En esta isla nunca buscaría el amor ya.
Creo que es la primera carta muy literal de las trece que se cuentan hasta ahora.

Pero vuelvo a lo de antes: tras masticar, no entendí. Por qué si yo acepté desde el primer momento tu decisión y de hecho te estaba espoleando para que fueras sincero de una vez, ya que no eras capaz de sobrellevarlo ya, tú, no yo, a pesar del obvio desequilibrio, yo ya sabía que te sentías desleal. Para eso solo puede haber un motivo. Y después de eso, la terrible comparación, innecesaria, insensible, que me retrotrajo al 10 de mayo. Ese aguijón fue inmediato. Si lo he callado hasta hoy fue porque me hizo feliz que me consideres una gran persona. Pero también ha quedado esa cicatriz fea, de comparar mujeres muy diferentes.



<<Estoy herida. Soy sincera. No quiero sufrir más, ya no me expondré a tus rayos más, mi amor>>.