5 ene 2020

Enganchada a tu sonrisa.

"Me enciendes por dentro... ya no necesito más..."


"Embustera" era un apelativo tan concreto y dedicado para mí de mi abuelo Raimundo, ese hombre bueno, duro pero sentido, que tanto luchó y disfrutó de los pocos momentos sencillos que por tiempo la vida le concedió. Mi abuelo me decía esa bonita palabra a mis oídos a la vez que me abrazaba y me besaba, a su llegada a casa de la faena diaria, de pastorear las ovejas del amo. Solía hacerme rabiar porque me rozaba adrede el mentón por el moflete, con la aspereza de su recia tez de hombre de campo. Recuerdo con nitidez sus vivarachos ojos claros, riendo a carcajadas por mi enfado, viéndome frotar la cara con la manga. Estaba feliz de tenerme en casa en las "vacaciones de la escuela", como él llamaba a mi colegio de más de mil alumnos en Gamonal.

Y ahora te recuerdo a ti también. En julio, acariciándome el alma, con aquella bellísima canción que me enseñaste, compartiste conmigo y que tanto tenía que ver con mis orígenes, sin tú saberlo, a priori.
Esa sabiduría universalmente sensible, delicada, que me deja perpleja...
Si te pienso en estos términos de conexión, que es una especie de hechizo sobre mi persona, hay ocasiones en las que, si no me paro dos segundos a respirar, saldría corriendo hacia no sé ni dónde, para abrazarte...

Escribir y añorarte, qué voy a hacer con esta locura sino eso. Para contenerla en algún punto, porque se asemeja a una Gran Ola. Y si no surfeo segura de lo que hago, me tragará. Lo sé.

Por eso escribo. Pero estaré bien. En STAND BY.