Entre las sombras convive con nosotros, forma parte de lo que somos.
Las habilidades para domar ese instinto dependen directamente del hábitat en el que se desarrolla la comunicación. Entre iguales, a priori. Pero eso es una quimera, nunca se da, en la realidad. Algo tan sencillo de ilustrar como que no es la misma cosa comunicar en la tele, con una alcachofa delante, que en una conferencia de instituto de secundaria, que puede estar también sonorizada y amplificada, pero tiene un público potencial mucho menor en número, e incluso también menor en edad, que la primera.
La dentellada. Sea al ataque o a la defensiva. Y la nobleza del ataque en pos de una causa justa, se desvirtúa en el momento en el que se minusvaloran y justifican los efectos colaterales devastadores, al igual que una dentellada a la defensiva provoca una cuota de reprobación y sanción del grupo a la víctima del primer ataque, aún cuando este haya sido también innoble.
Cómo el teniente John J. Dunbar se gana la confianza de Calcetines en Bailando con lobos, sirve para ilustrar el entendimiento entre animales de distinto lenguaje, sin tener que llegar uno a la dentellada por el noble motivo del hambre que aprieta, ni el otro a usar su arma a la defensiva con otro solitario, como él.
Hoy tengo la certeza de que no di la dentellada noble, a la defensiva, de la loba herida. Estoy devastada al comprender el desamor de quien no comprende que estaba en mi derecho de defenderme de cosas injustificadas, como criticar en abierto, al mundo, opinar sobre mí.
Y escribo esto porque la desolación viene de la casi certeza de que no vienes, no lees mis letras aquí. No sé si en otro sitio, pero si cerré esas puertas y dejé esta trampilla, quizá te parezcan mis locuras, pero buscaba respuestas. A tu silencio que duele tanto, a tu ausencia total y oscura para mí.
Entonces, con esa cuasi certeza y una mínima esperanza que me queda de que leas este despechado quejido: no opiné de ella nunca, no necesitaba ni quería tu opinión, pero ese bofetón de realidad que me noqueó en el momento y dejé pasar porque lo que dolía era el adiós, no los motivos, ahora vuelve a mi cabeza una y otra vez. No me lo puedo permitir, he de desembuchar y desahogarme, necesito paz. Y fuiste injusto, mucho. No estabas y yo sí, en el antro. A priori no sabes. Si sabes, no debería ser por ti mismo. Ya hablamos de esto, recuerdas lo del escepticismo discreto, después de mi último alejamiento y regreso. Mucho tiempo durante el que no has estado. Yo he callado lo que me pasaba en ese garito infecto por meses, sabías a grandes rasgos.
No puedo admitir una comparación tal. No puedo. No me parece coherente en ti. De las primeras cosas que me dijiste cuando lo nuestro empezó.
¿Se muere esto?
¿Lo dejarás morir manteniéndome engañada o en la niebla con estas dudas?
Yo te sigo soñando pero ahora no creo que me haga bien, como antes lo deseaba creer.