¿Qué se ha llevado él que otros no podrán llevarse ya?
La voluptuosidad de los treinta, de una mujer alta, rotunda, entrada en carnes, con curvas y prieta aún.
¿Qué más hay aquí que contextualizar?
Los orígenes. Se ven, están aquí presentes y, aunque es un testimonio incompleto, porque falta el inicio de los espacios personales de Microsoft, lo fundamental está, a cachitos. Es parte de una vida nacida en el norte de la fría meseta castellana. En una ciudad conocida por su ultra conservadurismo, donde hasta en el barrio obrero del que ella procede, hay mayoría facha en los resultados electorales, sea del tipo que sea la convocatoria.
Se llega, por circunstancias, a su paraíso soñado, huyendo del frío y de la presión familiar y del entorno. Intentándolo lejos del etiquetado social y de las barreras entre clases; no ya para progresar, sino para salir adelante, en su situación personal. Sin embargo, a pesar del mayor aperturismo sexual, se topa con una sociedad más cerrada aún en algunos aspectos, por el proteccionismo, también para las élites que explotan al pueblo, de todo lo extra archipelágico, sospechoso casi siempre de ser un nuevo intruso aprovechado y enterado. Pero haces tu vida y te adaptas a tu manera, y se vive hacia fuera, la luz y el mar, la tierra quemada. Te posee el ciego amor a la isla, como un ser vivo más, y su subyugante paisaje de océano y lava, cuya exuberancia hace que tu lozanía se refresque, que tuvieras una necesidad brava de mezclarte con arena, viento, oleaje de sal.
La piel revive sensualmente, destapada, al sol, sin cuatro mantos de ropa en enero, desnuda sobre la orilla del mar y remojada por la espuma de las olas. Se exfolia en un manto de lenteja de basalto, se ensaliva para amar, encondidos en un hueco. Se muestra accesible como manzana para morder, se presta al roce con otra piel, busca el tacto de lo que la enciende, el rubor que la acoge y da brillo, el abrazo tembloroso tras salir de la marea...
La piel era ella. El amor era piel. Siempre lo supo. Por eso aquella necesidad. De primero la piel. Para no engañar ni engañarse. La piel no se pospone, es lo primero. Si la piel no funciona, da igual haberte enamorado de una cara, de una voz, de unas manos, de unas letras...
No de unas letras, no. De una persona que las escribe, que es muy distinto.
A veces pienso esto, en si leerás. Y en caso de que lo hagas, en si pensarás
que es una de mis intenciones, enamorarte con mis letras. Siendo extremadamente honesta, no pretendo ni muchísimo menos que nadie se enamore de mí con mis letras, eso es pueril, problemático y diría que incluso mediocre e increíble, si no fuera porque existen el micro blogging y las rrss. Además, yo, al menos, no me liaría con mis escritores ni escritoras favoritos. A ninguno les veo así, platónicamente. Nunca me ha gustado ningún escritor, ni de los buenos, ni por su talento. Esos menos aún, que anda que no hay que llevar carrerón en el coco...
(Decía que) Sí de la persona que hay detrás de unas letras bellas, crudas. Puede coincidir o no hoy en día con más frecuencia que también escriba para "no enamorar" maravillosamente, porque la red facilita a muchas más personas expresarse a mucha más gente y distancia. Así ocurre. El aumento de probabilidades siempre ha estado ahí, de encontrar a alguien con quien hablas, en la otra orilla del mundo, sin que sea irrealizable ni inaccesible por caro a los menos igualados, y que algo, sus letras en un chat te hagan darte cuenta de que el azar lo ha puesto ante tus ojos. Aseguras que se ve, se siente rápido, ya lo has distinguido. Y quien lo siente de verdad, desde lo más hondo de su corazón, salvo escasas excepciones o problemas graves con la gestión de los afectos, lo dirá al otro, necesita decirlo. Piensa que le hará feliz incluso si no es correspondido, como es natural. Así volviste. Por la puerta grande. Habías dejado de decir que amabas largo tiempo, y en cuanto lo sentiste, vas y lo sueltas a bocajarro, de buenas a primeras, no te lo aguantas. Sabías que él no, pues no sintió el mismo impulso (o no era impulsivo, quisiste auto engañarte un poco, muy poco tiempo). Pero no pensabas ser un problema, nunca lo viste. Ni dañarlo. Y por eso creíste que faltaba la piel. Y entre medias él reflexionó en tu daño y en otros algunos posibles más análogos e improbables tales que ... Sí, estaba acojonado, aunque disimuló relativamente bien, porque tú ibas hecha un flan. Pero con el tuyo se equivocó tanto... no entendió tú manera de amar y tú no entiendes qué pensaba que esperabas tú de él.
Y ves que no supo. Que no te salió bien y ahora volverás a intentarlo mejor. Como ahora sí saben. Que necesitas dar, dar, dar... Amar es dar amor y que te dejen dar amor. Que no te hagan sentir tan sola como boba por dar amor y recibir indiferencia. Hielo. Silencio.
Pero distinto. Un silencio, el del que se bebió tus años mozos, que también se comió años de tu dolor, siendo justa, aterradoramente indiferente. El del que se bebió tu deshielo a medias, te asustó y se asustó. Entonces calló. Callaste. No quisiste hacerle sentir responsable de lo que no lo era ni nunca lo fue, no sabes si habrás conseguido que sepa eso. No sabes hacerle responsable de otra cosa que de ser falsedad hecho letras. No de tu dolor de incauta novata, (que asumes, así espabilas a la próxima, que para ti sabes que esta fue la primera vez que te ocurrió) y que, de todos modos, no creyó hasta que no tocó piel. Y Confirmaste. Ya se lo dijiste.
Empecé a escribir sin escribirle a él directamente, a mi alma allende los mares, nunca supe si leyó o no. Nunca me dijo si alguna carta le llegó a rozar, cuando aún podía decírmelo. Esos silencios son extraños. Porque no soy nada supersticiosa, nunca en veinte años madre vino a verme. Si no lo hizo ella, no lo hará nadie, por tanto sería aún más raro aferrarme a que siento presencias que ni sé si están. Siendo lo más probable que no, y que no vayan a estar nunca más, si alguna de las cartas fueron motivo, como yo pretendí, de su "basta ya"...
Volverás a ser como antes de tantas trampas. De tantos hombres. Porque necesitas tutelaje, según tu hermano pequeño, "caíste en la trampa", del primer hombre en mi vida que fue un hijo de puta.
"Que no, Fulano, vamos a ver, yo te cuento cómo va la movida y la historia del media-punta. No fue que él fuera un cabrón con pintas, sino que mi hermana es tonta. Pero va de lista. Ya es hora de que veinte años después esta creída reconozca que cayó en brazos de un 'enviar a todas' (cuando solo había sms)"
A quienes no quieres dar no darás y eso también es volver a ser tú.
El amor leal es el amor auténtico, ni fingido ni pactado. Yo estuve allí y sobreviví a la muerte en vida. Al modo de NO SER más peligroso que hay.
Los no vivos del amor con aduanas.
Ya has estado en la letra y la piel. En el conjunto de amaneceres hermosos que es reconocerte fácil en otro que te quiere dar. También dar, dar y dar.
Entre dos.
Y volverás ahí.