11 sept 2020

Tsunami.

No puedo dormir. No puedo comer. No puedo dejar de llorar. Mis hijas lo están viendo. Me doy asco, soy un despojo. No queda nada de la templanza adquirida meses atrás. Ya no me siento más libre, como hace poco, sino todo lo contrario. Enjaulada sin barrotes, pero no puedo moverme de donde estoy. Avanzo, giro, ruedo, cojo velocidad... pero ahí está de nuevo el muro.

El muro era maravilloso. Tenía colores alegres y una ventana con mucha luz a un patio repleto de flores y en el que sonaba la música. Pero llegó el día en que empezó a desconcharse la pared. 
Me dije: "No pasa nada, bien sabes que hay que dar un par de manos de pintura de vez en cuando y recoger las faltas y grietas que provoca el paso del tiempo".
Y me puse a ello.
Pero cuando aún no había terminado de dar la primera capa de pintura, las flores del patio se habían marchitado. Y la música a veces paraba de sonar y se podían escuchar los llantos de una niña desconsolada. Sin embargo, yo seguía con la restauración del muro, incansable, ya me ocuparía del patio y de la música después.

Traté con todas mis fuerzas de anticiparme a las inclemencias del tiempo, de resistir las lluvias y las tempestades que azotaban el muro y lo hacían temblar desde sus cimientos. Algunas de esas tormentas dejaron al descubierto, en ocasiones, el ladrillo bajo el yeso, lo que debilitó el muro de manera decisiva. 
En el patio ya no había flores sino cactus y plantas resistentes a la escasez de riego y a la desatención prolongada. La música era poca y muy oscura, no recuerdo ni una sola melodía, las oía pero no las escuchaba. Había algo en esa música verdaderamente siniestro: quitaba las ganas de bailar. Y me ponía muy triste al escucharla. En ocasiones perdía la noción del tiempo, mientras me hacía un ovillo en un rincón, entumecida por el malestar que me causaban esas notas.

El muro había cambiado en un breve lapso de tiempo. Ya no había colores ni ventana. Un buen día apareció tapiada de ladrillos caravista, iguales que los del muro, ya completamente desnudos de yeso, pero más nuevos.

Así pude ver con claridad la chapuza. Del enlucido, de las capas purulentas de mentira. Del vestido que le debí yo dar al muro, pero que no recuerdo cuándo lo tejí. Sé que ese muro, lo sé ahora, nunca paró las tempestades ni me salvó de ninguna galerna. Al contrario: yo me ocupaba de que luciese siempre bonito. Lo reparaba, una y otra vez. Con la energía que me daba la luz que entraba por la antigua ventana.

Lo que pasó es que el patio dejó de darnos música linda y su manera de protestar fue el silencio y la música oscura e ininteligible.

Al no comprender ni la naturaleza de los cambios ni aquel silencio atronador, un día tuve el atrevimiento de picar el ladrillo para asomarme por la ventana tapiada, para ver el reverso del muro. Aquello que vi me congeló la sangre: por el otro lado, el muro estaba incólume. Perfecto y liso, sin una grieta, sin un pegote de pintura en exceso, por las manos absorbidas. Los colores no eran vivos ni alegres, sino que grisáceos y apagados. Y tenía colgados carteles. Secretos no confesados que no eran personales de él, puesto que me afectaban.

Mentiras, sin más. No sé quién pintó el reverso del muro, sólo sé que yo no fui.

Pero sí descubrí que todo el tiempo se había mantenido tal cual era. No había necesitado reparación, esa cara oculta. Aunque muy tarde, lo descubrí. Tanto como para que quien fuera que conservó así el reverso de mi muro maravilloso en desgracia, intuyera mis ganas de derribar el muro. O, al menos, escapar por la ventana. Tanto tardé que me ganaron.

Pusieron los ladrillos para tapar la ventana.

Me obligan a derribarlo a martillazos. Y ya no me quedan fuerzas.

Lo único que quiero es recuperar el sueño perdido. Dormir y no despertarme a cada hora, angustiada por los llantos de la niña.



6 sept 2020

Como agua en el desierto.

¿Qué necesitas? Enumera por orden de premura.

Los abrazos de mis hijas, besarlas y moder sus piececitos. Desde que nacieron siempre tengo una alerta a ralentí activada cuando no están conmigo, por el tiempo que sea. Por eso es necesario volver a ello cuanto antes cuando prescindo. Verdaderamente noto malestar digestivo muy rápido, en su ausencia los fines de semana. Porque tiene una fuerte relación este nivel base de estrés alterado y aumentado, con la maltrecha salud de mi estómago y mi flora intestinal, que he padecido en los últimos tiempos. Y va a hacer siete años, desde que empecé a vivir más rápido que el resto de la gente a mi alrededor. Digo esto porque son muchos años que le han pasado factura a mi organismo, tanto por lo bueno como por lo malo. Esta montaña rusa de emociones que soy, este saco de cambios hormonales desde hace ya casi ocho que soy , contando con las 37 semanas y media que me costó gestar a dos bebés, una de casi tres kilos y otra que los superaba. Y es realmente difícil encontrar empatía en una situación así. Sientes mucha soledad e incomprensión en lo que son tus miedos desde que te dijeron que venían dos. Mucha.

Necesito bailar y escuchar música y tener un objetivo claro: mi libertad e independencia. Necesito saber, distinguir entre quienes están de mi lado, para sumar y aportar, y quienes, incluso sin querer, me dañan con sus palabras, actos, silencios, actitudes frías e incluso culpándome por ser sincera amando. 
Eso se ha de acabar, hay un cambio de rumbo en mi vida y un objetivo claro: educar a mis hijas en la tolerancia y la bondad, en el respeto a los derechos de todos los seres humanos, y en la ausencia de justicia aún hoy en día en este mundo cuando se habla de igualdad de oportunidades. Y, obviamente, a que luchen y se posicionen y mojen por esa igualdad, independientemente de si tienen más fortuna o menos en la vida, de si estudian más o menos o del camino que escojan, pero siempre desde la dignidad y la libertad, que habrán de reivindicarla aún ellas, al paso que va la burra. Yo, como su madre, soy la primera que ha de reconocérsela. Y educar con el ejemplo de la independencia, la responsabilidad y el amor. El objetivo. Que se marca, poco a poco, por etapas...

Me mata y produce una sed ansiosa no escribir. Por eso, previo a la publicación de los desnudos artísticos y la zona de pago de la eviesfera, he necesitado abrir esta caja de texto. Estoy abrumada por las peticiones y la cantidad de personas que me han dicho que quieren suscribirse.
Entre el shock de lo inesperado de esto, un poco de disgusto que tengo por algo muy privado que me ha dado una bajona de líbido preocupante en mí, sucedido estos días atrás, y problemas técnicos ya solventados pero que han retrasado la publicación del site, llegué al viernes con la ansiedad a tope y descontrolada. Debía haber hecho refuerzo, con valium o alprazolam, pero me parecía un retroceso y no me quería quedar groguie, tampoco, para poder seguir trabajando el diseño y la edición de imágenes del catálogo.

Y hoy ya no puedo más. Tengo que desbordarme en palabras, hace muchos días que no publico texto, un post, y esto ya me supera. Necesito disculparme por mis quejidos, estos, y prometer que no volverá a suceder.
Que nadie me apartará la vista del frente. De adonde voy. Que si necesito escribir porque en el antro hay mucha gente que está deseando ser "enemiga declarada en público" y otra tanta que se desentiende de las cosas que han hecho y el grano de arena que pusieron en la montaña, pues que no pasa nada. Vengo a mi rinconcito de serpiente, de toda la vida virtual que conozco, y vierto mis escamas aquí. Me mudo y paso a la siguiente fase y me dejo de esa gente.
Gente que no va de cara. Emisarios, esbirros, que se codean con personas importantes para mí. Asqueo. De repente ver que la masa se unifica. Que se utilizan siempre los mismos ataques mediocres pero indecentes, por la incoherencia que encierra atacar a quien dices que es más vulnerable, por una enfermedad mental: "Medícate" "No te hacemos caso, estás loca" "es tu versión, qué mala eres" "tómate la pastilla, no te alteres, tónter no es para tomárselo en serio" "Pide hora en el psicólogo" "Tranquila, señora" "la película que te has montado"

Y un largo etcétera. Doble moral. Cinismo. Cara A y cara B. En lo público una persona y entre bambalinas y en privado otra. En la cara principal, la sonrisa blanqueada. En el patio trasero, una personalidad secreta con gabardina y sombrero, que dice no poder dejar de leerte y te llega a asustar. Te asusta y molesta tanto esa actitud que pensaste en cerrar esa puerta con candado otra vez, la del antro. Ahora justo que no puedes. Que estás pensando en pedir a tus seguidores que ven tus hilos que colaboren con este teletrabajo en emprendimiento, rollo amateur.

Pero que iré invirtiendo y mejorando, porque soy una perfeccionista cansina de mierda, en la calidad del material, si va bien, no lo duden.

El éxito radica en tener buen producto y materia prima, como toda buena cocinera que se precie de serlo sabe de sobra. Espero que salga todo bien y les gusten, a mis seguidores y seguidoras interesados, los nuevos contenidos.

Yo lo que necesito es el amor de mis Chan, bailar, escribir y ser libre e independiente, para mejorar con lo de la ansiedad. Para vivir más a su lado, disfrutarlas más y para que alguien les hable de su abuela Agus.

Como agua en el desierto, la libertad.