26 dic 2020

La superfamilia.

 Vivimos tiempos muy difíciles para todos. Para mucha gente la dureza de la pandemia que asoló este año que acaba, 2020, está siendo devastadora. Unas personas sufren pérdidas humanas cercanas. Otras tienen graves enfermedades, que no están igual de atendidas por el colapso que el virus está provocando en el sistema de salud. Muchos seres y muchas familias están afectadas por pérdida de empleo, poder aquisitivo e incluso de la vivienda en la que se guarecían, en estos días de Navidad como en los anteriores, pero con el agravante de una tercera ola de contagios atemorizando a la población mundial, con cada parte de bajas, ingresos, nuevos contagios y altas diarios. Que se ha convertido en cotidianeidad. Es escalofriante.

Medidas restrictivas sociales, con el fin de evitar que el contexto de incidencia extremo aún de contagio en el país, afecte a las campañas venideras de vacunación. A las que no podemos resistirnos; espero que no nos resistamos al remedio más temprano, porque esta sociedad se desvela como ferozmente individualista y más fan cada día del "cada perro que se lama su cipote".

Tras leer en el antro hace un momento a una amiga enfermera que la gente, no sé en qué medida ni porcentaje, -pero tal y como está el tema me da lo mismo 8 que 800 que a los ocho los entrullaba-, está saltándose las restricciones de reunión con no convivientes, he sentido una indignación de esta que enciende rabia.

Coincide esto con la llegada del tío de mis hijas con su novia a la isla. Desde la aldea. Nunca antes vinieron por Navidad, en doce años, siete que tienen sus  sobris, las Mambitas. Esperan al peor año y me dice mi ex que para poder llegar han pasado por Oviedo y Gran Canaria.


A veces TODO lo demuestra el tiempo. Un cambio de aires y de perspectiva. 

Y ante ti lo tienes. Es amargo pero se aleja de mí el aroma. 

El de los superpoderes de esta gente. Que son más que el resto y hacen cosas osadas cuando no toca.