Desear y consentir. No desear y consentir. Desear y no consentir. No desear y no consentir.
La primera es la única aceptable, según el feminismo que acecha a las instituciones para sancionar a quienes comercien con el sexo.
Hace mucho que no hago esto de tomar un tema en serio, para dar mi opinión. Empeñada en que este es mi rincón de detritus y vómitos y que todo pasa por mi filtro personal, caigo en la estupidez de pensar que no, que mejor no opino, que no puedo ser objetiva. Y me sorprendo a mi misma con un veneno inoculado de fuera, por alguien a quien he querido (aunque él decía que no). Realmente invalido mis experiencias vitales, que son mías, igual que los demás tienen las suyas propias que les emborronan los cristales del ventanal hacia afuera.
Resulta que yo pienso que las dos únicas inaceptables, porque no puedo decirle a los demás qué es aceptable para sí mismos, si no media la violencia, son las dos últimas de esas cuatro.
Y que si se incluye la segunda como inaceptable, pues a tomar por saco la monogamia y la institución matrimonial. Que es la línea de flotación de la homofobia, no solo transfobia, de esa señora que por víctima de torturas durante el franquismo, se arroga la autoridad de la portavocía suprema del Feminismo, con mayúscula y encarnado en su terrible cada vez más Partido Feminista. Ese paternalismo repugnante cuando la conquista del divorcio está más que hecha y vale que es una jodienda de papeleo, pero ¿quién me mandó a mí? ¿No se marchó mi madre la pobre pensando que no me casaba porque eso decía y luego voy y lo hago con más de 30 como una imbécil? Pues a apechugar ahora con la liada, que ya soy mayorcita, oiga, Doña Lidia Falcón.
Porque lo de la libertad lo llevan al extremo de no saber que no desear y consentir es distinto siendo niña que mujer. Y así es el desamparo, también de los niños, que tanto les gusta dejar fuera del sufrimiento y el abuso.
Con la Ley Trans y la transición trans en menores, juegan de manera irresponsable con el concepto de la identidad de género, centrándose en conspiraciones de adultos que quieren transformar su orientación homosexual haciendo cirugía genital. Todavía ni quieren entender que haya personas trans que no quieran pasar por eso. Se entrometen en algo inadmisible. Es delirante y deja a los menores con circunstancias psicológicas de terror por abusos en la familia, vendidos, oiga. Restando credibilidad en función de si coincide o no con los esquemas de estas personas sobre lo que es aceptable, cuando hay una línea divisoria legal clara: la mayoría de edad.
Así que no solo pisan los derechos de las prostitutas y de las personas trans. Es que son un peligro para la integridad y la salud sexual y reproductiva de los pequeños. Y yo soy madre. Y feminista. Sé que no está bien, desde siempre, quitar el carné a las demás, pero como madre me tienen enfrente.
Principalmente, porque tenemos derecho a equivocarnos, es una conquista irrenunciable, si hablamos de igualdad.