4 dic 2020

Sigues soñando.

Porque sigues enamorada. De ese montañero insomne, rockero vehemente y anti pop, antitético tuyo en no pocas cosas, pero subido a ese pedestal de amante rey. El que te da lo que nadie sabe, que no ha nacido para ti, por lo visto, aún... Porque ese es el sentir, que sueñas con una idea tanto más platónica cuanto más irrealizable. Que todos te van a dar para el pelo pero que aún nadie nunca ha sabido, salvo a distancia y por conexión emocional, que es lo mismo que hacértelo tú todo, al final.

Y piensas en esos tuits de hace unos días, por la encuesta de Raj sobre contar a los progenitores de las primeras experiencias. Recuerdas que te llevaba ocho años, que te folló dos veces, en dos noches distintas, porque le gustabas y te gustó la primera experiencia completa y la que repetiste aún más. Pero no estabas enamorada. De hecho estabas pilladísima por uno que no cataste. Tienes muchos pendientes, lo sabes. Es lo emocionante de esta edad. De los cuarenta y pico y de estar libre para zorrear. Es que me apetece no cerrarme la posibilidad de encontrar a quien me tome la verdadera medida y me aguante el ritmo. En todos los aspectos, qué coño. También en la estimulación intelectual que me lleve a donde voy y quiero ir. Porque eso es lo platónico. Jamás encontraré a alguien así porque soy una perra antisocial o pejiguera. O una embustera soberbia de mierda, pero que no me apetece y creo que no me aporta nada. Tener a otro adulto conviviendo contigo, conviniendo, inclusive; comiéndote la oreja porque estás zumbada y todo el mundo se cree con derecho a tratar de manera condescendiente, paternalista, como que no tuvieras el chocho negro desde hace ya treinta tacos... ¡Anda ya, que no!.

Estás muy harta de la imagen que proyectas y también de los que hablan de la vida en términos de proyectar una imagen concreta: amable, positiva... en definitiva la contraria a la que tú practicas en redes, el gamberrismo troll. Y que tanto cuesta a la gente entender que es una pose. Un escudo, Un caparazón. Una parodia en sí misma, pues jamás te atreverías a ciertos comportamientos que exhibes en el antro -y eso te parece una obviedad-, por ejemplo, estando en la cola de la pescadería. Pero es que para ti todo eso se sobreentiende. Y entiendes que los demás pensarán igual acerca de su meta humor. 

Me obsesiona una cosa sobre alguien a quien ya no veo en cierto programa. Su meta humor era un misterio insondable para la Ciencia, para mí. Nunca mejor dicho...

No recuerdo muy bien por qué inicié esta entrada y me puse a juntar letras. Fue un impulso. Una necesidad de decir que si crees que puedes darme lo que necesito, te reto.

Porque sigo soñando con que la perversión y la ternura me posean. Era eso. Y que una de las mejores veces que he follado ha sido tan al principio, vamos, el primero, de hecho, que de ahí para abajo. Y que más vale lo malo conocido... ¡QUE NO, NI DE BROMAAA!
JAJAJAJA.