6 ene 2021

Explicarme.

El porqué de mi desinhibición íntima. Y de quién lo he aprendido. Y por qué. Y mis sospechas acerca de si ella quizá sabía o al menos temía...por haber pasado por ello. Dios, somos tan dos gotas de agua, mamá y yo con cuarenta. Es alucinante. Ya se ha visto el camino más o menos siempre, de mi genética y fenotipo. Cuando yo tenía dieciocho años mamá ya comparaba fotos suyas de edades aproximadas con las mías. Ha sido una opinión mayoritaria y rotunda en toda la familia siempre. Hasta el punto de ser agobiante y carga, al dejar de estar ella. Con mi timidez tremenda sentirme incómoda por ser grande el descaro con el que te observan y miran, gestos, expresiones e incluso reacciones a cuestiones polémicas en la familia, tal que si hubiera sustituido también su talante de líder innata que ella tenía. De directora de orquesta. Eso es imposible. Hay grandes diferencias, entre ella y yo, también.
La Gran Mamba era extrovertida y muy sociable. Yo, por contra, desde niña fui centro de atención a mi pesar, por ser la primera nieta y sobrina (de ocho primas, diecisiete totales). Me abrumaban. Era gordita de peque, y lo de mi tiroides se supo, por mi madre, cuando tenía veinte años. Con la cefalea igual. Eso de ser extrovertida y echada para adelante lo combinaba con una terquedad de agárrate y no te menees. Tuvo un largo historial, con cinco hijos, de situaciones en las que conocernos a la perfección la alertó para bregar hasta conseguir un diagnóstico y un tratamiento para el mal que nos afectara, en caso de que no vieran nada en las primeras consultas.
Después de crecer con complejos por el peso, mi desarrollo se produce temprano y mis hermosas precoces tetas son de talla no desdeñable, a la tierna edad de doce años. Sí: me complicaron aún más la cosa con lo de la introversión. Y la paradoja conmigo es que con dos calimochos, como todos los pibes adolescentes que empiezan a probar alcohol cuando salen, los que lo hacen, pero, sobretodo en un ámbito íntimo, con mis amigas de toda la vida, era el alma de la fiesta. "Desinhibida eres poderosa", me decía una de las tres mejores en el instituto de secundaria. 
Les pasaba a los chicos, y de hecho tenían una manera distinta de tratarme si me los encontraba de fiesta fuera del insti, después de ello. De ser una mosquita muerta, empollona, -divertida pero muy introvertida, que ligaba a base de miraditas en el patio,- a verme bailando de juerga con las amigas en la discoteca o en Las Llanas, había una diferencia importante. Yo, en confianza y sin timidez, molaba.
Con mi familia sufría, son todos bastante payasos y de ir de fenómenos por la vida. Siempre que si sosa, que si parada, que si no te vamos a comer... A ver cómo te han crecido las tetas, sobrina. Cosas así de delicadas se les ocurría delante de todos, en nochebuena, por ejemplo. Mamá trataba de protegerme de esas escenas, pero no siempre era posible. En ocasiones se enfadaba y hacía valer su condición de autoridad titular sobre mí, porque, al ser la primera sobrina y mi madre mujer, mis tíos varones se creían con derecho a opinar sobre mi educación. Que si me veían "por ahí de la mano con uno" que ya me iba a enterar yo... Y entonces la Gran Mamba sí saltaba: "Aquí quien tiene que decir algo a mi hija, si corresponde, soy yo".
Y las tetas. Las buenas tetas heredadas también. Mi madre las tenía preciosas, un pezón que alucino de los pocos que he visto más bonitos que los de ella, ahora que lo pienso.
Siempre he sabido que eran buenas tetas, por talla grande y por bonitas. Pero lo primero nunca lo he explotado, sino lo contrario, hasta hace unos meses, con el destape en el antro. Siempre me supuso un problema, porque fueron tetis muy tempranas, lo que trajo consigo un agravamiento  de mi timidez en la pubertad. Además nunca fue fácil que pasaran desapercibidas, ni con abrigo puesto.
Y porque en esto también, la familia, fatal. La primera sobrina, otra vez. La siguiente, mi prima hermana, cinco años menor. "Qué tetas se te han puesto, Sabrina...¡digo sobrina! JOJOJO"... Será de lo más "light" que me han dicho. 
Por fortuna mis primeras experiencias sexuales deseadas fueron con personas dulces, tiernas y más experimentadas que yo. Eso, la práctica y gustarme desde la primera vez que me rozaron una teta queriendo yo, también es importante, de cara a esa ausencia de tabúes en la intimidad, para que la timidez se disipe. Y esa seguridad también fue ella, la que me la dio. Hablando de sexo con mamá, desde que empecé a tener relaciones. Del blanco al negro, con mi abuela, el salto de mamá.

En realidad esto me explica. Me cuenta y define. Lo de la timidez extrema... que se me pasa, se diluye en la intimidad. Pero no del todo. Sigo ruborizándome con ciertas maneras de hablarme, aunque sea por escrito. Suele ser rubor del bueno, ese. Cuando lo tengo en la intimidad con alguien que me ha hecho el amor y destapa una esencia mía que cazó sin yo percibirlo. Y si me llevas al extremo de violentarme, simplemente por frialdad o que no funcione la química, que la piel no fluya, cuando yo deseaba mucho esa cita, entonces hago ¡crack!

"Simple y llanamente. Eso fue. La frivolidad al recibirme y no dejarme expresar cómo me sentía desde las 7am que por poco se echó atrás." 

Explicarme. Parece fácil. Parezco dura. Está hecho todo de cartón piedra, ese carácter mío. Es un plató del "Un, Dos, Tres" con escenografía del Salvaje Oeste.

Superar mis complejos me llevó años y un trastorno alimentario incipiente que, como siempre, mi madre atajó y se llevó por delante, con su entrega incondicional a su camada. 
Qué iba yo a pensar que volverían, y recrudecidos por ser mayor también ya cuando quedé embarazada. Pero no he tenido apoyo, como cuando estaba mi madre, para no hundirme. Así ha sido. Aunque sé que a muchos que le conocen a él les seguirá pareciendo increíble.

Amo mis tetas ahora más que nunca. Porque gustan y me dan un éxito que puedo rentabilizar, cuando jamás se me había pasado por la cabeza otra cosa que esconderlas. Y no porque no me guste lucir un escote. Pero siempre pendiente de dónde iba a ir "con ellas", al escoger vestuario.

Y entonces recuerdo esos ojos, esa manera de mirarme, ese tímido apasionado y caliente... como yo. Me pregunta si puede. Jamás me ha impuesto su voluntad, esa es una diferencia importante. Pero es como cuando el vampiro pide permiso para entrar. Una vez accedes, también lo harás a sus deseos. Beberá de ti y te dirá que le muestres los pechos o que te des la vuelta. Ordenará y no podrás evitar obedecerlo. Ya lo deseas tanto entre tus piernas que harás lo que te pida para tenerlo ahí.  
Una vez, la del regreso, tras odiarme, en mitad del ardiente intercambio que tenemos, le llamé mandón. Hay tantas cosas que sé de él por nuestros momentos de juego... Le sorprendió que sepa que es así, en la cama. 
Tímidos cajas de sorpresas. Siempre; y yo misma lo soy. Soy así: me corto si me miras a los ojos mucho tiempo seguido... Pero te miro como una zorra intrépida si tengo la confianza de llegar hasta la cama contigo. Un salto espacio-temporal. De tímida a desinhibida. Porque la intimidad es mi medio, donde yo me siento bien, a salvo del mundanal ruído y de miradas celosas que acechan lo que no pueden tener.
El amor es algo íntimo y el deseo también lo es. Pero luego estamos quienes no somos conscientes de nuestro halo de follables hasta que no pasa algo, un suceso, un cambio vital que lo propicia...
Mi manera de desear es visible por fuera, la seducción se ha apoderado de mis conductas no sé ni cómo, y no lo quiero dejar. Porque aparecen amantes, buenos, malos, regulares, pero de la abundancia es de donde procede la probabilidad mayor. De encontrar lo que buscas. Amar follando pero sin complicarse con compromisos inútiles, que solo matan el deseo. Yo mi compromiso lo tengo de por vida con mis hijas. Con nadie más, que solo trae aparejado promesas insostenibles de fidelidad o de cosas peores que esa (estabilidad, rutina monacal, cosas "normales") y con ello la hipocresía, el cinismo y la pura mentira por acción u omisión.



Yo pienso como "Petra", en la peli de Rosales. "Sin verdad no hay belleza, no hay arte".