En esa carta. Que me tropiezo una y otra vez en las estadísticas.
Leo, releo. Es una espina, ya no clavada. Es purulenta la herida. Y lo veo claro y me entra el pánico.
Nunca poder desprenderme de esa sensación. De conversación sincera nunca mantenida.
De enredo de cuerpos enamorados.
De segunda oportunidad nunca concedida.
No a mí.
Qué va.
No se trata de eso.
Se trata de dar la oportunidad a ese mito. Al mito del amor que arrasa.
Porque yo lo toqué un par de veces con la yema de los dedos. Y dejé que envenenaran y malograran los aportes externos, ecos de lo que no se tiene en pie por el desgaste de las relaciones humanas...
Pensé de verdad, y de ahí también esta dura y prolongada caída, que había encontrado al ser maduro que me cogería de la mano y dijese:
<<A la tercera va la vencida. Y digan lo que digan, SOMOS TÚ Y YO, quienes sabemos>>
Pero no pudo ser. Y a veces me quema por dentro.