30 jun 2021

Escurridiza.

 Sueño con escapar. No sé decir de qué ni por qué.

Estaba sentada con mi café rodeada de gente, estando pero sin estar... 

Escuchando la banal conversación, traduciéndola a mis pensamientos analíticos, sobre qué quiere la gente. Qué quiero yo. Da igual si los demás son felices o no con sus convencionales y vacías o alternativas e interesantes vidas. He llegado con el Ford Sierra al final de la carretera en obras. Hay un salto de considerable altura en la vía. Y voy con ellas. No se quedaron ancladas, como otras...

Están conmigo. Eso lo modifica todo en absoluto. Que nada las roce. Y a la vez, que sean rocas inexpugnables y yo su basalto solidificado, que saltó en ola de lava mientras ellas nadaban en la charca que quedó bajo el jameo.

Que tal que así, como pececillo intermareal que se camufla entre el sedimento alfombrado del arrecife, yo sea para la tormenta que se avecina, de la mano de la desposesión absoluta en que quedé.
No: Ahí está mamá. Siempre. En el horizonte cercano, a pesar de haberse ido hace tanto.

Y saber que así querría ella que fuera. Que le hará muy feliz, allá donde esté y aunque no esté.

Ella es el sebadal para los dos pejeverdes alegres. 

Empezar de cero al borde de los cuarenta y cuatro veranos. ¿Cuántas veces van?

Lo mejor es saber que mis inseguridades me lastran, porque verdaderamente soy una leona testaruda y no me asustan los puntos de partida. Por frecuentados.

¿Qué me asusta? Sentir amor y sentirme engañada o utilizada luego.

Ya no quiero. Soy un pez completo, ya. Pero aún respiro fuera del agua.