Sueño con escapar. No sé decir de qué ni por qué.
Estaba sentada con mi café rodeada de gente, estando pero sin estar...
Escuchando la banal conversación, traduciéndola a mis pensamientos analíticos, sobre qué quiere la gente. Qué quiero yo. Da igual si los demás son felices o no con sus convencionales y vacías o alternativas e interesantes vidas. He llegado con el Ford Sierra al final de la carretera en obras. Hay un salto de considerable altura en la vía. Y voy con ellas. No se quedaron ancladas, como otras...
Están conmigo. Eso lo modifica todo en absoluto. Que nada las roce. Y a la vez, que sean rocas inexpugnables y yo su basalto solidificado, que saltó en ola de lava mientras ellas nadaban en la charca que quedó bajo el jameo.
Y saber que así querría ella que fuera. Que le hará muy feliz, allá donde esté y aunque no esté.
Ella es el sebadal para los dos pejeverdes alegres.
Empezar de cero al borde de los cuarenta y cuatro veranos. ¿Cuántas veces van?
Lo mejor es saber que mis inseguridades me lastran, porque verdaderamente soy una leona testaruda y no me asustan los puntos de partida. Por frecuentados.
¿Qué me asusta? Sentir amor y sentirme engañada o utilizada luego.
Ya no quiero. Soy un pez completo, ya. Pero aún respiro fuera del agua.