11 ago 2021

Entre sus brazos.

 Lo subió al trono de la mano de su amor y de sus ojos, considerándolo más bello, digno y sensible que el resto de los mortales. Estableció diferencias entre su hipocresía y la del entorno. Momo erró. Se equivocó de Rey, pues su color por fuera eran pinturas, adornos, material con poca resistencia a la erosión, que tarde o temprano habría de mostrar el traje gris. La monotonía del cinismo en el amor, que en su bagaje por la vida, topa con sirenas a las que, después de utilizar, inventan leyendas acerca de la pasión que dieron. Terminan por ser diablas, según el mito. Pero las sirenas se reinventan. Y resulta que vivían su propio carnaval, sin necesitar consorte. Ni al uno que salía, ni al otro que entraba en su corazón. 

<<Como un intruso. Preguntó si podía entrar, con un cuento acerca de los ojos tristes de Momo, y ella, impresionada ingenuamente por un acertijo fácil adivinado en su expresividad, de la que no era consciente en aquel momento, cayó en la trampa. Abrió al vampiro. Y luego consintió en que la nombrara "linda infinita", Reina Momo sonriente y otra clase de zalamerías varias, aderezadas con notas musicales. No lo vio, estaba ciega y absorta, poseída por el fuego que se avivó en sus entrañas, a cada palabra tramposa...>>

Cuando llegó el día de la caída, ella ya solo pensaba en dos opciones drásticas, tal y como evolucionaba todo en el enclave en el que se habían conocido, con las amistades y los colegas de trago del antro. O bien la iba a dejar inminentemente, de un momento a otro, o lo contrario. La llamaría para tranquilizarla, para proponer hacer cada uno sus cosas, hasta que tuvieran de nuevo otra oportunidad de estar el uno en los brazos del otro. Con calma, solucionando los muchos problemas que cada cual por su lado tenía. Pasó lo primero y Momo vagó sin Rey hasta muy entrado febrero. 

Entonces la pandemia global nos confinó, aterró y aisló a todos. Los altibajos anímicos y textuales de la niña Momo están plasmados. Hoy Momo relee, como ejercicio para ver la evolución en sus patrones de conducta. Quiere ver si la evitación ha retrocedido y avanzado la adaptabilidad social, siendo que en analógico sí, desde luego. Si no se expone a lo que cada vez está más claro que le provoca ansiedad con motivo, como el tigre a la gacela. 

Estaba en lo cierto Momo en cuanto a que está mejor sola, para sentirse libre de condicionamientos que la atan y hacen daño a su salud psíquica, y de la mano de ella, orgánica y física.

No solamente no habrá esa sensación de piel esperada nunca más, que tú sí tuviste, aunque ni de lejos el Rey te alivió el frío. Tenías miedo hasta de besarlo dulcemente, Momo, como tú sabes. Nunca en tu vida te sentiste así de cohibida y rechazada. Luego de ello, el farsante confesó la misma paralela sensación de rechazo.


La herida de la insensibilidad, de aparecer tres meses y pico después de iniciada una pandemia que se ha llevado vidas por delante, como si nada, por el antro. Quitando una careta sobre la otra...

La hiel, serían sus brazos, un veneno autoinmune. Momo evoluciona, por fortuna.

Hacia otros abrazos. Calientes y apremiantes de su deseo sin igual. De su sátira por fuera... 

De su intimidad verdadera.