La mujer puso en pausa la peli que veía online, abrió el reproductor musical y el procesador de textos.
También el editor de imagen, con la última serie de fotos en ropa íntima.
Se desdibujaba otra vez todo. Confusa por la cantidad de juicios de valor errados, los estereotipos al poder, los halagos pastelosos que ves a kilómetros a distancia, dónde van las turgentes intenciones.
Cansancio y borrones de tinta por condensación de la botella de agua fría, apoyada encima del folio más allá de los márgenes del texto.
Por primera vez, echa mucho de menos la lluvia y mirar a través del cristal, que se empaña por la respiración tibia de mi nariz y mi boca, casi pegadas a la ventana. Y entonces ella se acerca, pega su frente junto a la mía, en el cristal, y dibuja un corazón con el dedo en el vapor que exhala de su propia boca. Pues fuera, en realidad, no llueve. Al contrario. es un día de septiembre con 32ºC a la sombra, inusual en la islita.
Se desdibuja su cara, claro. Sabe que está reproduciendo el patrón que les llevó a la separación, pero estando ya separados. Y se desdibuja ese amor tanto que se desploma el alma al recordar otra vez cuántas veces se repite en su cabeza algo que no tiene vuelta atrás ni remedio. Sigue Momo siendo lo mejor que le ha pasado en la vida y la que ha perdido más.
Más cuanto más tiempo pretendió él mantener la mentira y sepultar los sentimientos. Ella sabía, de cualquier modo, que la mentira acabaría por separarlos. Estaba muy colmado el vaso hacía mucho ya. La había hecho incluso cómplice forzosa de sus mentiras. y su intestino no podía más. Por eso cayó enferma y estaba inmunodeprimida cuando la atacaron los parásitos.