Viendo una serie de Netflix, género carcelario, de mujeres, en la que las protas lesbianas hablan de fantasías y preferencias y discrepan acerca de que sea sexy hacerlo en la ducha.
Momo está de acuerdo con Alex, la morena, que opina que el agua no ayuda al buen polvo, ya que no lubrica, pero solo concuerda hasta cierto punto.
Porque si estás previamente lubricada, es decir, ya cachonda y mojando las bragas, no hay problema porque el agua no sea como el aceite. Al contrario, es deseable que moje la piel del otro y resbalen las gotas hasta las bocas que se besan y los cuerpos que se rozan y aprietan ya contra el otro deseando ser atravesados por el placer carnal. Hacer una mamada mientras la lluvia de agua cae sobre los dos, recibir su lengua en el clítoris también, por turnos, y haciendo pequeñas folladas en el cambio, en distintas posturas, notando como la melosidad de los fluidos puede con la resistencia del agua a que entre la polla, así hasta que pasas una hora entre vapores, sin que os hayáis corrido pero cachondos y mojados tanto por dentro que ya da igual no secarse con las toallas para no mojar la cama: a trompicones hasta el lecho con un hambre voraz, que se convertirán en embestidas enérgicas y furiosas, a un coño que las recibe entre espasmos de contracciones voluntarias de ella, que ha aprendido a disfrutar de su cuerpo y con ello a dar un placer que vuelve locos a sus amantes, que a su vez consigue erecciones duraderas y tan potentes estímulos para ser penetrada, que la sensación de ellos se debate entre un dulce y maldito fuego en la punta de la verga que da un goce sin precedentes, y la importancia de concentrarse en no correrse y estar a la altura. Por no querer pensar que no habrá más veces dentro de ella y ansiar crearle un vicio sucio y necesidad de tenerle entre las piernas. O en su culo, donde quiera, qué zorra tan espectacular, cómo le gusta atraparme en su coño, la miro una vez más...me corro, joder con esos ojos de pedirme su leche...