25 nov 2021

La Peste Viral.

 Manjar de la posguerra, retratado magistralmente por Delibes, de carne apreciada y economía de subsistencia. Animal monógamo de zona rural ribereña. 

"Las ratas son buenas", dice el Tío Ratero de la novela.

Como con tantas especies, depende del hábitat. Recuerda Momo las que subían por el canalón del patio almacén en el primer garito en el que ostentó puesto de encargada, ya no camarera rasa. Por poco se muere del susto. Qué feroz y agresivo aspecto, tan alejado del de un animal inofensivo retratado en múltiples series de animación infantil. Estuvo una semana espantada y evitando entrar en lo posible al cuarto del horror.

Animales listos. En la misma proporción que repugnantes, aprovechan indistintamente ese mutuo rechazo con los mamíferos humanos, para guardar las distancias. Así pues, resulta una mascota minoritaria y exótica. Que además exhibe con soltura su inteligencia, pues sus compañeros humanos suelen tener una suerte de relación simbiótica, o al menos una complicidad similar a la de un animal de circo o al títere de un ventrílocuo.

Momo ha observado este tipo de conducta en algunas personas. Ratas humanas que hacen el trabajo sucio a las pizpiretas ardillas y las duras mangostas. Coinciden en exotismo y complicidad con su titiritero de turno y son capaces de transmitir enfermedades. La rabia es la primera que viene a la mente, en el doble sentido que oportunamente esconde esta patología mental e infecciosa. Resulta que no son ellas, sino los canes, los que en aplastante porcentaje de casos contagian a los humanos.

Pero no. No todas las ratas son buenas. Al menos en el sentido que el Tío Ratero le daba, de manjar apreciado en los lares descritos a la perfección por Don Miguel, de animal de cuenca de río, de color pardo grisáceo, y costumbres similares a las de otras especies de roedores silvestres. No así su variante negra de la misma especie, portadora del patógeno que se estima pudo matar hasta la cifra de doscientos millones de personas en el siglo XIV, entre los fallecidos por esta causa en Eurasia y el norte de África*.

Rattus rattus, nombre científico de la rata negra, la de los canalones, sí, la de Ratatouille, era vector de la enfermedad pero también moría al contagio de la bacteria, además de propagarla en una devastadora pandemia humana, siendo anfitriona natural de la especie de pulga portadora y transmisora de la bacteria Yersinia pestis. Es decir, que tenía razón la Factoría Disney al crear al entrañable chef Remy y a su marioneta torpe Lingüini. La relación entre el hombre y la rata, mediando la limpieza y la higiene, puede ser perfectamente sana y hasta productiva y feliz. Mediando la higiene. No si la rata está en entornos plagados de parásitos.

El entorno de los parásitos y las ratas negras existe hoy digievolucionado.

<<Los virus se llaman tweets en los antros donde las ratas negras sucias infectan de peste de odio viral el Universo Red Social...>>

Tengan cuidado las almas ingenuas e incautas. Las ratas negras de canalón, muy inteligentes pero poco transparentes e huidizas, se confunden a veces, disfrazadas, con las ratas de agua comestibles del Tío Ratero y con las de la especie inofensiva y domesticada.

<<Y la peste viral hace mucho más tiempo que está entre nosotros que la pandemia de la COVID-19...>>


 Ojo avizor.


POST POST:

*Lectura relacionada, porque el beneficio de la duda solo puede redimir por medio de otras manos en los hilos. Esbirros, vectores portadores de la pulga... "Las ratas pueden no haber sido las culpables de la Peste Negra"