En algún momento hay que hacer elogio de los logros. Está bien, es un buen día la vigésimo tercera efeméride del 17 de junio. Está muy cerca, no sé si dará tiempo a que este borrador se convierta en texto publicado.
Son las seis de mañana del último sábado de mayo y estoy pensando en ti. Como siempre. Esa raíz es la que nunca deja de crecer, es infinita. Y hoy me doy cuenta de algo. De que tus dos hijas vivimos lejos de lo que nos ataba y vivimos de la misma profesión, con una lengua extranjera entre las herramientas para ganarnos el sustento. La mayor, además, es madre. Qué orgullosa estarías.
<<Eso sí, sin tener carrera universitaria acabada, mamá. No era imprescindible el título, ahí estabas equivocada. Y de momento, porque la pequeña en ello está y tiempo tiene. Sí que abre puertas, pero en nuestro caso está claro que a posteriori y que muchas otras cosas aprendidas de ti nos han sido mucho más útiles en la vida.
Soy lo que querías ser, lo que tú no pudiste hacer, incluso en esta última etapa de mi maternidad divorciada... Jugué con la ventaja de la evolución generacional, a pesar de que te fuiste muy pronto de mi vera. Esperé, al contrario de lo que tú pudiste hacer, tomando una decisión que ni por asomo te estaba permitida en tu tiempo. Y llegado el momento, para que pudiera sufrir en mis carnes lo que tú, como a cinco no daba tiempo, no digamos a seis, me tocó una doble con muchos años a cuestas en el culo ya pesado que tenía para arrear con críos que aprenden a gatear, a caminar, a subirse a los sitios, etcétera.>>
Quiso el azar genético junto con la tardanza en ponerme a procrear, luego hay parte de consecuencias de mis propias decisiones en el hecho, que mi embarazo y crianza más temprana, con lactancia prolongada a dúo incluida, fueran de una exigencia física y mental tales que llegaron a ser revelación. De la situación de salud y circunstancias en las que se daba la vida de la Gran Mamba, casada a los dieciocho, de penalti, y siendo madre a los recentísimos diecinueve. Y criar. Gestar, criar y crear lazos. Así hasta seis veces gestar con cinco partos exitosos. Tres superando los cuatro kilos, dos rozándolos, el primogénito pasando de los cinco y medio. Un mujerón. Con todas las letras y digna de ser recordada por generaciones, su corta y prolífica vida.
Pero esa mujer aparentemente de hierro vivía con un eterno déficit de ídem, hasta que resultó que no era el consabido y repetido hasta la náusea en consulta de Medicina General del ambulatorio de la Seguridad Social, diagnóstico de "Anemia ferropénica" sin más, sino que esto enmascaraba un cuadro clínico más grave. Descubierto muy tarde. Tan tarde como un estadío IV.
<<No mires atrás, camina hacia delante...>>
<<Se dice fácil. Pero entendiendo muy poco...>>
Eso hago, coño, pero es que es un puto duelo endemoniado en un contexto que levanta polvaredas, huracanes de rabia e ira. Sensaciones de impotencia e injusticia, mezcladas con una infinita tristeza contra la que luchas cada día desde que ella no está, pensando al levantarte que hoy sonreirás, incluso reirás, cantarás y bailarás más que ayer. Pero que no siempre se puede cumplir, por lo que sea, como le pasa al común de los mortales a los que late la patata.
Y no pasa nada. Pero sigues adelante porque ella está. Siempre estará y es bueno porque ella era amor y está en mí, está en la Flor, está en ellas. No, aunque a veces entristezca, no la desterrarás de tu pensamiento, porque es tu guía hacia la calma.
<<Y es por ti, siempre será, y por el abu, que sonrío cada mañana, por vuestros quehaceres y saberes humanos y hondos...>>
Lo habéis hecho. Lo hemos hecho, mami.