12 may 2022

Vomitar bilis.

 Literal o metafórico.

El colon irritable y la dispepsia haciendo aparición desde primera hora de la mañana. 

La vida y el boomerang. Momo ya lo había vivido antes en la piel de su mejor amiga Silvi, con la que tenía tal vínculo emocional que cualquier padecimiento de una de ellas inmediatamente se convertía en motivo de sufrimiento también para la otra. Siempre y recíprocamente. Aquella chica que perdió a su madre también de cáncer y con la misma exacta edad que la de la Gran Mamba seis meses después, cuando se le apagó a Momo una madrugada de junio del último año del siglo XX. Aquel dolor que las unió de un modo como nunca antes ninguna sintió que nadie las acompañara. Eficaz y sanadoramente, mirarse y saber. Lo que la otra siente y necesita. El momento exacto de los abrazos. Los abrazos. Los mejores. Los de ella. Siempre la amó, ahora lo sabe Momo, cuando quizá sea tarde...

Además se lo diagnosticaron en la que fue la primera visita de las dos a la islita. Aquellas vacaciones irrepetibles e inolvidables. En las que Momo viajó solamente con su mejor amiga y el novio de ella, pero quedando en la península el suyo, que sería años después padre de las mambitas, porque estaban necesitando darse un tiempo, en ese momento. 

Los síntomas que se le manifestaron durante varios días tuvo angustiados a los dos amigos, que no sabían qué hacer para aliviarla. Muy hinchada la tripa y con malestar gástrico desde que se levantaba, decidieron llevarla a un hospital. La decisión fue acertada, pues el diagnóstico fue rápido, una vez pasadas unas horas de observación en urgencias y realizadas pruebas para determinar la causa de los síntomas.

Muchos años después Momo padeció los mismos síntomas y supo el diagnóstico casi antes de ser vista por el especialista. Pero no corrió la misma fortuna en cuanto a la preocupación de quienes veían esos malestares diarios que su querida amiga amante.

Durante mucho tiempo solo lo vio una persona adulta que los empeoraba, en lugar de intentar paliarlos. Esa persona sigue aún hoy infravalorando el factor que el estrés representa en la vida diaria de Momo para regular y llevar la enfermedad crónica que padece.

Si sus nervios se descontrolan, se desatan la dispepsia, los gases y el malestar gástrico inmediatamente. Entonces no puede comer. El estómago se cierra, no tolera nada. Empiezan las diarreas, de la mano de la colitis, y lo único que tolera y además necesita, si no quiere deshidratarse y sumar la cefalea extra al malestar digestivo, son los líquidos. Agua, sobre todo. 

Entonces la persistencia del foco de estrés que ha desencadenado el malestar, -cuestión esta que puede observarse en los chats de Momo con el padre de las mambitas, las faenas que le lía y la duración del marrón del tamaño de Australia en horas-, provoca la aparición del peor de los síntomas: los vómitos con el estómago vacío de alimento. 

Las bilis. Por si no lo saben, no todas las personas son iguales, pero en el caso de Momo estos vómitos son violentos y se manifiestan entre fuertes convulsiones.

Las bilis por tener el estómago vacío son frecuentes entre quienes no se alimentan suficientemente. Las conoce bien Momo, en el último año que terminó a finales de febrero del 2022.

En el hambre de Momo manda ella y lo ha explicitado demasiado poco en todo ese tiempo, en redes, para el calvario que venía padeciendo, porque nada está en la superficie.

Pero solo tenía que entender que alejarse de los focos del estrés y de la ira, cuando no se tiene para cubrir necesidades básicas, es tanto como salvar la vida propia. Y salvar la suya es hacer más duradera la felicidad de las mambitas.


La precaución en el verbo, cuando se utilizan expresiones retóricas, en según qué sitios de la red, es una gran cualidad, en especial cuando la expresión es tan sumamente literaria que se utiliza vaciada de su significado médico. 

Y es insensible, por ende. Con tu clase: los Nadie.