Pero toda. La que está en esas instantáneas de los noventa, yendo en familia a Laredo, siendo la Flor un bebé. Sus posturas. Sus ojos. Sus piernas y sus manos. La boca, con la mala salud dental incluida. Su rigidez para ciertas cosas, su maleabilidad para otras.
El puro nervio, también heredado, la endiablada rapidez. La inteligencia para resolver, que era decisiva y de la que ella no era plenamente consciente, sigo creyendo. Siempre los logros académicos o que destacaran sus hijos en algo era por papá, si te preguntaban por nuestros progresos.
Vivir con esto. Con la duda de qué te pasaba por la cabeza, cuánto callaste, cuánto no.
La herida no cierra porque tu hija se resiste a que pasen página sobre ti quienes no deben.
Es mi corazón, mamá, que me dice que está mal, que así no lo harías tú en caso de faltar otre a la mesa. Y que pensarías en tus nietas, la prole. El techo estable que no tuvimos, ese es el peldaño a escalar.
Treinta y dos años de esa fotografía, de pie en Los Tornos, con camisola playera y doblando la pierna coqueta. Recién parida, menos de un año atrás, la última del clan. La Tercera Serpiente. Tardarían aún otros veintitrés en llegar la cuarta y la quinta.
Supersticiones ni te tocan. En nada con base aleatoria puedes creer, en los inventos, en la fantasía, ahí puede ser que sí. En los juegos con los números y el tiempo inexorable.
El ser humano está en su ocaso, aunque las generaciones actuales aún no lo atisben. Fríamente mirar una línea del tiempo de la Evolución. Y pensar en el origen gélido mesetario y también en el Museo de tu ciudad de origen. Eso no es casualidad, sino causalidad. Todo el contexto de tus pensamientos a lo largo de una vida. Dónde has crecido, de qué y quiénes has aprendido. Para darle lógica al paisano de interior que se mete sin pensar en Famara y deja de hacer pie, siendo arrastrado mar adentro...
<<Sed felices, todo el tiempo posible. Poneos a salvo.
Nadar, ponerse a salvo, admirar la puesta de sol.
Sobrevivan felizmente, quienes puedan.>>
A veces notar esa fragilidad. De con más de cuarenta sentirse una niña con la inocencia interrumpida de manera violenta. Explicar esa hipersensibilidad de los valles y las cumbres que se alternan, entre no ver, no saber, no entender nada del porqué te sientes así, a ganar altura para atisbar los motivos, nunca por nadie indagados y que son simiente de lo que te lleva sucediendo años y que ha marcado tu vida. Tus limitaciones para hacerte comprender, que fueron enrocando aún más ciertas posturas.
Y hoy esa niña mira a septiembre como a otra meta temporal cercana. Y piensa que necesita un diagnóstico del tipo de trastorno ya, concreto. No el trastorno ansioso depresivo sino el de personalidad.
Estando en Castilla probablemente sería más rápido. Seguro, dentro del deterioro de las competencias transferidas, en Canarias es dramático. Por varios motivos, no solo las escandalosas esperas para pruebas y especialistas. También la insularidad afecta. Pero lo que es más decisivo es el pensamiento neoliberal rampante del archipiélago y la necesidad de pagar para saber qué tienes.
Llevará tiempo. Muchas necesidades personales postergadas, hasta las gafas, por la precariedad extrema vivida.
<<Queda menos, al golpito...>>