20 sept 2022

Intensa.

 La punzada. 

La respiración se entrecorta, falta el aire, acude el hipo continuamente. Y brota espontáneamente, sin motivo visible de manera externa, pues es una idea fugaz sobre el futuro lo que ha inundado el lagrimal.

Escribe lo que te pasa, describe lo que sucede en esos momentos chunguísimos.

Cosas inconexas y absurdas. Por ejemplo que has oído a Buenafuente, bonachón donde los haya, decir "chula/o" para referirse a personas interesantes o majas, en lugar de a objetos, y te dio repugnancia. Igual que cuando se lo leíste calcado el concepto, el calificativo y el sustantivo a una psicóloga conductista en tuiter, en un hilo en el que decía poco menos que que somos las ratas de Skinner en cuestiones de amor no correspondido. Le daba la razón a los coach youtuberos machistas, ni corta ni perezosa, pero no creo que se diese cuenta. Un lamentable y frecuente caso de feminismo paternalista (ergo antifeminismo) en esa red social y un gusto compartido por la cursilería verbal con Andreu que mezclo y agito en la coctelera sin aparente sentido. Salvo este mismo: el de volcar pensamientos en una caja de texto. Transcribir mi mente.

Intenso.

El dolor. Sufres más que cuando tienes crisis de cefalea o malestar físico por el intestino irritable. Son dos muy jodidas cronicidades, a esta altura de la vida. Aún no has aprendido a llevar del todo lo del colon y hay cosillas pendientes de resultado. Y baja médica laboral. Vórtice denso de fenómenos. El contexto es una mierda como un piano. Contexto o caldo para la sopa. De cualquier manera, grueso, con muchos factores a sumar, fideos a cocer...

Decepciones, otra vez. Vas analizando la cronología de lo sucedido, hasta caer en la pendiente tras resbalar en el bordillo. Ves un ambiente opresivo, un aire cargado de gas inflamable por una fuga. Y dos o tres chispas prendiendo la mecha... tras de ella una explosión de llanto.

Meses en contención, la parte buena de reincorporarse, aunque fuera en ese sector de mierda de nuevo, al mercado de trabajo. Los primeros muy buenos, de ventanas abiertas, que aireaban el gas de la fuga, impidiendo la concentración excesiva. En cuanto empezaron a irse tus pilares, volvieron los antiguos fantasmas, las inseguridades. Y quienes vieron con rabia tu alegría inicial, aprovecharon para cerrar de nuevo el ambiente. Hasta que la decepción de la deslealtad culminó el plan y te quebraste. 

Ella vuelve porque le da coraje que saques la cabeza, envalentonada. Así le tienes que mirar al mundo, con la cabeza alta porque no eres culpable de la desatención y sí merecedora de la recuperación. De la paz. De la calma. De la serenidad.

Y cuando la alcance, será tarde para volver a buscarme. No habrá rencor, no estaré, simplemente. Porque huiré de los vórtices del desamor, que son todos los vividos por el abandono sufrido. 


Abandonar y desistir de entender. Otres pudieron. Has de poder. Algún día.