"Al principio pensaba terminarme el vino..."*
Después decidí levantarme de la mesa a mitad de la cena y agarrar la botella para por fin empezar a disfrutarla de verdad. Subí en el coche sin pensar a dónde iba. De verdad que fue así. Sin embargo quizá no transcurrieran ni cinco minutos, -los que se tardan en arrancar el motor, poner música y salir de la urbanización pija en la que estaba el restaurante del que me había largado abandonando a mi pretenciosa cita,- antes de que la idea se me cruzara en mente.
Una vez en la autopista, ya sí. Ya afronté con claridad mis intenciones rondando: busqué la salida dirección a Segovia. Qué haría una vez allí era lo de menos. Pero el impulso de llevarse el vino de la mesa le llevó a un antojo por maridar ese tinto Ribera con quizá un "cochinillo" merecedor de ese caldo.
<<Indagar.
En el silencio de la noche, acampada a la orilla del Gran Océano Azul.
¿Cuántas veces en la vida has sentido que tus decisiones perjudicaban a los demás?
Ahora indaga. Sobre cuántas de esas veces ha sido un impulso vital lo que te ha guiado, exonerándote un poco de la responsabilidad que da el reflexionar en profundidad sobre las huellas de nuestros actos, antes de acometerlos.
Los actos.
En aquellos momentos vitales en que ante una encrucijada, "Los otros o tú", te escoges a ti misma y alguien entonces cae por una pendiente, de manera simultánea.>>
En estas estás entrando en la ciudad del famoso acueducto. Tus últimos recuerdos en ella son de una excursión extraescolar en la preadolescencia, cursando 8º de EGB. Son recuerdos bonitos, un gran día.
La primera sorpresa inesperada, si no fuera por lo destrozona que es la competencia neoliberal con los pequeños negocios, es que ya no existe el café bar del que te hablaba, donde a veces quedaba para desayunar con clientes a los que pasaba presupuestos. Han transcurrido cuatro años, no es poco tiempo. Puede haber pasado de todo. Ojalá no, pero hasta puede haberse cruzado la pandemia de manera fatal. De cualquier forma, el paisano al que preguntaste en la calle te dice que llevará al menos un par de años el nuevo gerente que puso la pizzería actual.
En la misma calle hay un letrero encendido de un local que parece estar abierto. Te acercas caminando, bajas del coche. Jajajaja. Resulta que es un sex shop 24h con doble puerta, de los que leen el DNI para abrirte y tienen dentro expendedoras de lubricante, lencería erótica y juguetes sexuales. Vuelves sobre tus pasos y te subes al coche.
No has ido allí para nada, Momo, lo sabes, pero ahora mismo de bolas chinas tienes las necesidades cubiertas. Sacas el móvil y buscas un rastro en tu agenda que sabes que queda, aún borrando el número. Abres la bandeja de SMS enviados y buscas diciembre de 2019, la primera, última y única ocasión en que usaste esa vía para comunicarte, dejando nada más una llave secreta. La duda que tiene acerca de esa llave, tú la sabes.
Aquí está. <Bandeja de salida> <escribir nuevo mensaje a Nadie>:
<<Estoy aquí cerca para invitarte a un tinto de excelente añada y que hablemos diez minutos, si lo deseas.
Quiero decirte, eso sí, para cubrirme las espaldas ante tu posible rechazo, que esto que hago en este acto es un grave error>>.
<enviar>
...
<Bandeja de entrada> <NuevosSMSsRecibidos(1)>:
<<Supongo que DO Ribera del Duero, acepto. Sí, lo deseo.
Entiendo lo de cubrirte. Espero que no. TQMDOT
Dime dónde estás. Ya voy.>>
*(Este post es un collage de textos manuscritos en papel y tinta, y transcritos después en la Red a mi modo y estilo. Ficción mestiza, la mía, que en este caso pincela la introducción de la entrada con una frase del puño y letra de la Flor Del Dolor, en una de las páginas de la libreta que me llevé para el fin de semana acampada en Puerto Muelas. Esa frase me transportó, pero obvio no me puedo atribuir la autoría de todo el texto. Ni lo voy a hacer cuando además la auténtica pensadora es una de las personas que más amo sobre el Planeta. Y de las más talentosas también.)